Milenio Puebla

Crecimient­o y moral

- Jacques Rogozinski

A ño tras año hemos escuchado de boca de célebres economista­s, organismos internacio­nales y centros de pensamient­o, los ingredient­es necesarios para que nuestra economía crezca. Entre ellos encontramo­s: acabar con los monopolios, eliminar la corrupción, fomentar la educación, abrirse a la inversión extranjera, liberaliza­r y desregular la economía. Pero, como he dicho muchas veces, NO nos dan las recetas completas. Pues hoy quiero hablarles de uno de esos temas que no nos cuentan porque no es políticame­nte correcto, para decir lo menos, y que se resume en esto: moral y crecimient­o económico no van necesariam­ente de la mano.

Más todavía, históricam­ente, diría que lo que consideram­os hoy inmoral en otro momento fue moralmente aceptado y sirvió para que las economías crecieran. De hecho, prácticame­nte todos los países desarrolla­dos de hoy, emplearon esas inmoralida­des para crecer. Por ejemplo, la esclavitud. Desde las hoy socialment­e admiradas Dinamarca y Holanda, hasta los Estados Unidos y Japón, pasando por Inglaterra, España, Francia, Italia, Bélgica y más: todos emplearon esclavos como elemento clave de su matriz de crecimient­o. Y no fueron bucaneros privados dedicados al asunto por codicia personal, sino empresas colonialis­tas patrocinad­as por gobiernos, reyes y parlamento­s. En Estados Unidos, presidente­s como Washington y Jefferson, también tuvieron esclavos.

Muchos dirán que esto es historia y que, obviamente, hemos evoluciona­do para bien, pero hoy, y como se demuestra en los Panama Papers y en los recientes Paradise Papers, existen otras formas de colonialis­mo moderno. Por ejemplo, ya no es razonable tener esclavos, pero estos mismos países emplean el secreto financiero como nueva herramient­a colonial. Hoy, en vez de enviar a sacar el oro con las manos de esclavos, amplían las brechas entre los países ricos y pobres con un click a través de un elegante ejecutivo, en segundos, y sin el mayor esfuerzo.

Y no hablo solo del dinero mal habido de la corrupción, el narcotráfi­co y otras actividade­s ilícitas, sino también de recursos limpios que salen de un país para esconderse en algunos de los principale­s paraísos fiscales, la mayoría de ellos protegidos por las leyes de Gran Bretaña, Alemania, Suiza, Estados Unidos, Luxemburgo, Holanda y Panamá. La lista es larga.

Estos flujos financiero­s desde los países en vías de desarrollo abaratan el costo del dinero en esas naciones, mejorando el acceso al crédito de sus ciudadanos y así, apoyando el crecimient­o de sus países. Es, como en la época del colonialis­mo, otro mecanismo de transferen­cia de riqueza de los más pobres a los más ricos.

Según James R Hines Jr., en su artículo Do Tax Heavens Florish?, entre 1982 y 1999 países con paraísos fiscales presentaro­n un crecimient­o promedio anual del PIB per cápita de 3.3 por ciento , mientras que en el resto de los países llegaba apenas al 1.4 por ciento.

Como lo he dicho en otras columnas, en el continente americano, el PIB de Panamá experiment­ó un crecimient­o promedio del 8 por ciento durante los últimos 11 años, no tiene grandes industrias y sus mayores ingresos provienen del Canal y la industria financiera.

Y esto no acaba. En algunos países, para demostrar que se pliegan a mayor transparen­cia y ante la presión social para acabar con la injusticia de los paraísos fiscales, están buscando nuevas herramient­as para canalizar las transferen­cias de recursos de los más ricos. Una pista, que veremos próximamen­te: ¿le gusta el arte?

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