Desastres
Gil oyó la noticia en las calles: los integrantes de la sección 22 habían bloqueado las seis entradas a la ciudad; más tarde, en una operación notable, habían tomado una amplia zona del centro de la ciudad de Oaxaca
L a garganta en jirones de Gil lo sometió tres días a la inacción. Qué dice Gamés jirones, una bandera de fuego ondeaba en su laringe y una tos infame asustaba a los perros de la calle. Solo porque Dios es grande y la ciencia poderosa Gilga salió más o menos adelante. En esas condiciones, las noticias, los escenarios catastróficos del Cenapred explicados con claridad escalofriante por Carlos Valdés le paralizaron el sistema nervioso central.
Gil lo leyó en su periódico MILENIO en una nota de Silvia Arellano. El director del Centro Nacional de Prevención de Desastres presentó en el Senado la posibilidad de que ocurran sismos de magnitud 7.5 y 7.7, como los ocurridos en 1899 y 1911, con daños importantes. Esto puso muy nervioso a Gil y la hierba seca del miedo creció en el amplísimo estudio. Pero faltaba lo peor: en el otro escenario, explicó don Carlos, es que en lugar de que sucedieran varios sismos, el subsuelo se cobrará en una sola exhibición en un sismo de ¡magnitud 8.2! “Ya empiezan a complicarse las cosas porque el del 85 fue de 8.1, pasó a 400 kilómetros de distancia, ¿cuál es el efecto si tiembla 100 kilómetros más cerca? Esto no quiere decir que sea más grande, sino que dura más”. ¡Más largo! 8.2 más largo (no es albur, caracho, no empiecen, con ustedes no se puede en lunes).
Si están sentados párense, si están parados siéntense. En otro escenario siniestro, explicó el director del Conapred, podrían ocurrir un terremoto de más de 8.4 grados. Es decir, sin extraordinarias medidas de prevención, el porvenir de una vasta zona de Ciudad de México será la desaparición y la mortandad una locura. Ante estos escenarios, Gil supone que su garganta no importa demasiado.
Oaxaca
Aún con la bandera en llamas de su laringe, Gil partió a Oaxaca, a la Feria Internacional del Libro que desde hace años encabeza e impulsa Guillermo Quijas. En su calidad de incógnito, Gilga tomó su lugar en uno de los lugares
premier de la cabina de una nave y 45 minutos después, el avión apuntó la nariz de mental hacia el aeropuerto de Oaxaca, gran ciudad.
Con lentes negros para no ser reconocido, Gamés llegó a la recepción de un hotel donde unas monjas se volvían locas a finales del siglo XVII. Lectora, lector, el cielo de Oaxaca es un espectáculo estremecedor: un azul inverosímil cubre a los oaxaqueños. Todo era felicidad, la garganta de Gilga mejoraba y el clima era muy parecido al que diseñó un pintor oaxaqueño. Todo una belleza.
De nuevo ellos
Gil oyó la noticia en las calles. Los maestros de la sección 22 habían bloqueado las seis entradas a la ciudad. Más tarde, en una operación notable, los maestros habían tomado una amplia zona del centro de la ciudad de Oaxaca. Las calles 5 de Mayo, Armenta, Independencia, García Vigil e Hidalgo fueron literalmente asaltadas por los maestros, o como se llamen. El hermoso centro de la ciudad de Oaxaca desapareció. Gil caminó entre casas de campaña, por cierto muchas y muy nuevas. El ingenio de la CNTE y ahora de la CTM logra grandes momentos: a la mitad de la calle, los maestros construyen pequeñas cabañas con delgadas maderas de guacal. O sea, se quedaran muchos días, pues hay familias completas bajo techos de plástico, niños y niñas, cocinas, centros de planeación.
De nuevo, los maestros han destrozado su ciudad. La prensa local acusa al gobierno y registra el malestar de los comerciantes. A Gil no deja de llamarle la atención el poder, la fuerza, la habilidad de un grupo para joder la ciudad que, además, les ha permitido ser, crecer, vivir, tener una casa, en fon.
Muy bonito
Francisco Toledo, artista extraordinario, si los hay, defensor definitivo de los valores juchitecos, se enredó en el laberinto de la ideología que defi ende. Así pasa. Poniatowska había dicho que las juchitecas era unas gordas mensas por tomar cervezas. Como lo oyen la lectora y el lector. Toledo dijo que se trataba de unas declaraciones intrascendentes. Ajá. Muy bien. Ah, pero que esas palabras no las hubiera dicho un escritor políticamente correcto porque habría ardido la pradera. A ese hombre o a esa mujer le habrían dicho al menos que huyera al sur o al norte, cobarde, reaccionario. Pero como fue Elenita, entonces estamos ante unas declaraciones intrascendentes. ¿No le da pena, Toledo? O por ser usted un gran artista le vale madre. En fon.
Todo es muy raro, caracho, como diría Lope de Vega: Quien mira lo pasado, lo porvenir advierte. m