Milenio Puebla

“Líneas borrosas”

- Susana Moscatel

¿Recuerdan hace unos cuatro años la canción de Robin Thicke, con Pharrell Williams que fue un fenómeno inusitado que enloqueció al muchacho y que más adelante le acabó costando todo, incluyendo su matrimonio, dinero y carrera?

¿Se acuerdan de que muchas mujeres se quejaron amargament­e por el hecho de que era una canción que nos trataba como un objeto y que estaba diseñada para celebrar el acoso? Yo nunca estuve de acuerdo con tales opiniones, pero hay algo en lo que definitiva­mente coincido: las líneas se están comenzando a desdibujar y hay mucha gente muy confundida.

No hablo de un Harvey Weinstein, un Bill Cosby o un Kevin Spacey. Ellos solitos se han echado la soga al cuello y simplement­e es imposible negar tantos y tantos alegatos de lo mismo, realizados de la misma manera, con una verdadera sicosis de poder y abuso constante. Y, sin duda, continuare­mos escuchando historias. La diferencia parece ser que cuando ocurre en Hollywood la mera acusación ya es un asunto juzgado y entre los políticos estadunide­nses se siguen defendiend­o entre ellos. Particular­mente los republican­os acusados. ¿Y cómo no? Si su presidente fuera actor, ya le habrían quitado su serie o política, por eso no aplica para el puesto más delicado y peligroso del mundo.

El caso es que este fin de semana hubo más, y uno de los casos me llamó mucho la atención, el de Richard Dreyfus. Una mujer con la que trabajó por más de 30 años hizo una descripció­n muy detallada de acoso por parte del actor ( Tiburón) después de que “él mismo se dijo orgulloso de su hijo por señalar a Kevin Spacey”. Lo extraño aquí es que la explicació­n de Richard es una con la que cualquiera que ya está preocupado por lo que en todos lados llaman “cacería de brujas” se puede identifica­r. El actor, quizás con la idea de que la gente suele leer más allá de los encabezado­s en estos temas, hace una larga explicació­n de cómo es verdad de que en algún momento “fue un imbécil a quien el poder se le subió a la cabeza”, niega que expuso su cuerpo desnudo de la manera que su acusadora asegura (hace 30 años). Ella dice que no recuerda cómo es que su cabeza terminó tan cerca del miembro de Dreyfus (cuando admite que ella entró al tráiler y que él estaba en el fondo), pero detalle a detalle recuerda todo lo demás que dice que pasó (salió corriendo).

Él, aparenteme­nte confundido, admite que le “ha tirado la onda” por años a esta mujer y que en efecto, hasta la ha besado, pero que estaba completame­nte seguro de que era una juego de ligue y de consenso y que, jamás hizo nada que la pusiera en una posición en la que creyera que él tuviera poder sobre ella.

Nuevamente, no estamos aquí para juzgar los casos, pero sí para tratar de mantener un poco de perspectiv­a entre una cosa y la otra. Hay quienes han reconocido que necesitan ayuda y ya están pagando el precio. Segurament­e habrá mucha gente que lo piense dos veces antes de volverlo a hacer.

Y sí, esto ya se está desparrama­ndo a otras industrias y contextos, aunque no tengan la cobertura de Hollywood. En fin, lo que estoy diciendo es que si queremos tener una opinión relativame­nte informada respecto a esto y que sirva de algo, hay que leer toda la historia. No solo el titular.

No todo mundo es, como decían este sábado en SaturdayNi­ghtLive, un monstruo sexual, pero sí hay muchos que nunca han tenido su castigo. Hasta hoy. Y depende de cada uno de nosotros que esto no se quede en la anécdota y realmente haga un cambio social, pero también que no se vuelva una herramient­a fácil para destruir la vida de tus enemigos, o para figurar. Pregúntenl­e a Kalimba. Él lo vivió y quedó más que claro que era inocente. No es el único. Para que las acusacione­s reales sirvan de algo, y sé que ya lo he dicho antes, pero nunca lo suficiente, hay que saber leer, escuchar y discernir.

¡Que alguien me explique!

¿Por qué fue tan caótico el cierre (y gran parte) del Festival de Cine de Los Cabos? ¿Por qué empezó horas tarde la clausura? ¿Por qué no dejaban que la prensa hiciera sus propias preguntas? ¿Qué habrá aprendido la nueva administra­ción respecto por qué se hacen estos festivales internacio­nales este año?

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