José Antonio Meade y la tv
E stoy preocupado por el trabajo mediático que vimos el lunes pasado antes, durante y después del anuncio de José Antonio Meade como precandidato del PRI a las elecciones presidenciales de 2018.
Me sentí entre los sexenios de Luis Echeverría y José López Portillo. Fue la cosa más extraña del mundo, como volver al pasado pero a un pasado dictatorial, sin opciones, sin remedio.
¿No se supone que estamos en un país democrático? ¿Entonces por qué a este asunto se le dio una cobertura tan descaradamente faraónica?
Fue como si el señor ya hubiera ganado las elecciones, como si Enrique Peña Nieto le hubiera colocado la banda presidencial.
Fue una cosa muy rara, como para decir: ¡ya para qué votamos! ¡Meade es el bueno! ¡Ya ganó! ¡Ya hasta está en Los Pinos!
Ojo: no tengo nada en contra ni de José Antonio, ni del Presidente, ni del PRI ni de nadie. Mi tema fue lo que vi en tantísimos canales de televisión que trataron aquello como la emergencia informativa del siglo XXI, como cadena nacional.
¿Y por qué es mi tema? Porque quiero saber, como crítico de televisión, si todos los canales se van a portar igual cuando se hagan los anuncios de los otros precandidatos.
Sí, leyó bien. Meade ni siquiera es candidato. Es precandidato. Pre.
¿Estaremos hablando de las mismas horas al aire, de los mismos derroches de producción, de las mismas encuestas y de las mismas mesas de análisis?
Me queda claro que los tiempos han cambiado y que ahora tenemos la posibilidad de mover señales, números y analistas en cuestión de segundos.
Pero, por lo mismo, ¿qué necesidad teníamos de cubrir la gira de José Antonio Meade desde antes de que llegara a Los Pinos hasta que se tomó la última de las selfies pasando por su biografía, por sus entrevistas de archivo y por su visita a enemil lugares emblemáticos retacados de gente eufórica de un solo partido?
Hay mensajes que van más allá de los que se dan en una cobertura periodística y aquí el mensaje ya fue de éxito.
¿Cómo no va a repuntar alguien en las encuestas si lo tratan como al papa Francisco cuando vino a México?
No dudo que José Antonio sea muy buena persona, pero un elogio más y aquello se hubiera visto ridículo.
¿Dónde estuvieron las críticas? ¿Dónde estuvieron los cuestionamientos rudos? ¿Dónde estuvo el tono diferente, distante, imparcial?
¿Eso es lo que vamos a ver si personalidades como Miguel Ángel Mancera, Margarita Zavala, Andrés Manuel López Obrador y El Bronco pasan a la siguiente etapa de la contienda?
Ojalá que sí porque entonces estaremos del otro lado, borraremos la mala imagen que los medios tradicionales tienen frente a ciertas audiencias y el pueblo de México se va a abonar a la fiesta electoral con entusiasmo y pasión.
¿Pero qué fue lo que sucedió el lunes? ¿Por qué la radio y la televisión se volcaron con tanta fuerza sobre esta noticia?
Se suponía, por lo que nos dijeron en todos los noticiarios, que la gran nota iba a ser un anuncio que el presidente iba a hacer, a cierta hora de la mañana, desde la residencia oficial de Los Pinos.
Mientras tanto, en las redes sociales, muchos comunicadores de los medios tradicionales ya estaban diciendo lo que casi nadie se atrevía a afirmar en los canales de siempre: que José Antonio Meade iba a ser el candidato, no el precandidato, del PRI.
Desde ahí comenzamos mal. ¿Por qué en unas ventanas se cuidaron las formas y en otras, no?
Sí, yo sé que hay leyes, protocolos y todo eso, ¿pero cómo se aplican las leyes, los protocolos y lo demás cuando la misma fuente no le despista ni tantito?
No todo viene de la radio y de la televisión. También hay una responsabilidad de las personas y de las instancias que organizan esta clase de lanzamientos.
Por eso se vivió tan intensamente la jornada del lunes. Por eso estoy preocupado.
Tengo la impresión de que sí, hay una ansiedad noticiosa muy fuerte alrededor de todo lo que tenga que ver con las elecciones del próximo año.
Pero estoy convencido de que gran parte de esta ansiedad viene de la inconformidad de muchos mexicanos ante la realidad que están viviendo.
Hay más ojos mirando hacia el futuro que hacia el presente incluso en los medios de comunicación.
Ahí está la razón por la que tantas frecuencias están tan ansiosas por entregarse a esta clase de cuestiones, por cubrir, por competir. Esto es una necesidad, una oportunidad.
Pero hay una línea muy delgada entre la pasión periodística y el exceso.
Vamos a ver qué pasa con el resto de las precandidaturas y candidaturas de todos los partidos. No vaya a ser que caiga en ejercicios de inequidad.
Y, lo más importante de todo, no vaya a ser que a fuerza de tanto cubrir esta clase de cuestiones se termine por saturar a las multitudes y a la hora de votar se genere una especie de rechazo.
Este asunto de la comunicación electoral es más delicado de lo que parece. ¿O usted qué opina?