Milenio Puebla

“FUI PRODUCTORA PARA SER UNA BUENA DIRECTORA”

Alicia Carvajal, quien produce Lahijapród­iga, habla de cómo surgió su inquietud por contar historias que hagan feliz a la gente, del doble trabajo de la mujer para abrirse camino en la dirección y de su preferenci­a por escribir

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Alicia Carvajal lleva más de tres décadas en el mundo de la televisión y el cine desarrolla­ndo sus aptitudes como escritora, directora y productora; aprendió de “grandes maestros”, como ella define a Ernesto Alonso, Raúl Araiza, Gonzalo Martínez, Roberto Sneider y Francisco Athié, con quienes trabajó en distintas épocas.

Actualment­e produce el melodrama Lahijapród­iga para Tv Azteca, pero asegura que no ha sido fácil conquistar las oportunida­des, sobre todo en el terreno de la dirección pues, de acuerdo a su propia experienci­a, “a las mujeres nos cuesta doble trabajo lograr una oportunida­d”.

Pese a ello, cuando sintió la necesidad de tener sus propios errores “voló” para hacer su historia en el mundo de la dirección, aunque reconoce que de sus tres facetas “la escritura es mi favorita”.

Decía Yoshua Mintz, asesor de Dirección General de Tv Azteca, que Lahijapród­iga es un clásico melodrama, pero con una variante, ¿por qué lo dice y cuál es esa variante?

Sí, es el melodrama clásico. Y me voy a aventar a explicárte­lo con una metáfora. Los bisexuales dicen que ellos toman lo mejor de los dos mundos; entonces, en esta historia estanos tomando lo mejor de la telenovela y lo mejor de las series.

La telenovela es un triángulo amoroso, una trama potente, donde las subtramas dependen de esa y todo se va moviendo, dependiend­o de los obstáculos, hasta lograr el amor.

Pero lo nuevo, donde entra el tema de las series, es cuando integramos esta arena dramática modernizad­a con un lenguaje visual más contemporá­neo, no tan clásico como la telenovela, que era carita que habla, carita que contesta.

No, ahora es enseñar valores de producción. Este producto es un melodrama clásico con tintes de suspenso y con una problemáti­ca, no estamos inventando el hilo negro, simplement­e estamos tratando de contar lo mejor posible, y desde el papel está bien contado. El suspenso ahí está, nos mantiene atentos a lo que va a pasar, cada escena aporta algo, y cada capítulo dura lo que tiene que durar, sin cansar al público. Ahora estás produciend­o La hijapródig­a, pero ¿qué habías hecho antes? Tengo 34 años en este negocio. Soy básicament­e directora, pero me hice escritora y productora para ser una buena directora. Trabajé para Televisa 11 años, estuve con el señor Ernesto Alonso en las telenovela­s históricas, tuve el privilegio de trabajar con los mejores directores y productore­s de este país, que fueron mis maestros.

¿Que son…?

Ernesto Alonso, Raúl Araiza, Gonzalo Martínez. En cine, Francisco Athié, Roberto Sneider, de la cinta Arráncamel­a vida; el mismo Cuarón y con Lubezki, trabajé con ellos en una película que se llama Gabi Brimmer, llevo 34 años en esto, estudiando y poniendo en práctica mis conocimien­tos. Juan Osorio fue mi primer productor, con él hice

La gloria y el infierno y Lacasa al final de lacalle.

Me siento muy orgullosa de haber trabajado en las telenovela­s históricas de Televisa, y aquí en Azteca, me siento muy orgullosa de haber producido Lo que callamos las mujeres, y también de haber estado como escritora y productora. Dirige una telenovela que se llamaba La

duda, que la protagoniz­aba Silvia Navarro y Omar Germenos, una comedia para chavos. He producido y dirigido bastante. Me di el gusto de escribir una serie especial para el Hospital Juárez de México y he escrito mucho.

¿Cómo es el papel de la mujer en un mundo de hombres, como el de la producción? Pues basta con los personajes que me has citado, todos hombres, para ver que dominan ese terreno...

Yo sí creo que nos cuesta hacer un trabajo doble, por mucho que mis colegas van a decir que injusta soy, como si ellos no tuvieran mérito. Y claro que tienen mérito, pero no es lo mismo que llegue un hombre a decirte: ‘Yo soy director’, a que llegue una mujer a decir: ‘Yo dirijo’.

No nos escuchan igual. Quizá como escritora sí, porque somos más las mujeres que escribimos el melodrama, somos las fuertes, no digo que no haya buenos, como Eric Vonn, Antonio Monsell, pero volviendo al tema, sí creo que ha sido difícil abrirme camino.

Siempre caemos en lo mismo, quienes dirigen son los hombres, producimos las mujeres, porque somos más organizada­s, todos esos clichés y lugares comunes siguen.

¿Tú has padecido esa preferenci­a masculina o misoginia?

Sí me pasó, incluso con alguno de mis tutores, que no querían dejarme ir cuando ya tenía la oportunida­d de dirigir. Me decían: “No espérate, todavía te falta”. Y yo creí que aún me faltaba, pero ya tenía que empezar en otro lado, cometer mis propios errores.

¿Cómo llegas al mundo de la producción de televisión?

Cuando tenía nueve años, mí abuelo me llevó al cine para quitarme la tristeza, porque mis papás se estaban divorciand­o.

Me llevó a ver una película y me encantó, salí de ahí y se me olvidó la pena de mis papás, ya el divorcio me valía gorro. Salí de ahí y dije: ‘Yo quiero hacer eso. Sí eso me hace sentir tan bien, yo quiero hacer cosas que le hagan sentir bien a la gente cuando este triste”.

Entonces, todo lo que mamé, lo que viví, lo que aprendí desde los nueve años fue para contar estas historias.

¿Estudiaste o te hiciste en la escuela de la vida?

He estudiado mucho, sigo estudiando mucho, porque para estar al frente de un equipo como productora, directora o escritora tienes que prepararte muchísimo. Estudié Comunicaci­ón Social en la UAM Xochimilco. Tengo una Maestría en Historia, tengo un chorro de diplomados. Y tomé un curso de dos años con Ludwik Margules, con el maestro Raúl Quintanill­a y así, no paro. ¿Qué debe tener una historia para que te atrape, qué la busques o que le aportes, cuando estás en tu rol de escritora, para que el público te siga o vea la historia? Lo más importante es que tenga personajes que puedan ser empáticos con el público, que la gente se sienta identifica­da con un personaje, mientras más personajes que hagan empatía con el público, mejor y más gente nos va a ver. Que digan: “¡Ah! Eso me pasa a mí”. Entonces, quieres ver cómo lo resuelve, cómo lo enfrenta, porque se ven reflejados en él, es como un espejo. Fundamenta­lmente, que sean historias que nos conecten con la emoción del corazón de la gente, mucha intelectua­lidad no, eso no nos sirve. Y hablo como público. Queremos identifica­rnos y queremos divertirno­s. Y sí queremos llorar también, pero que también veamos los dos mundos.

Estamos padeciendo mucho nuestras television­es, en general, porque todo es puro negativo, no hay personajes aspiracion­ales. Fundamenta­lmente las historias de ficción son una lucha del bien y el mal, pero cuando nada más vemos la batalla del mal contra el mal, ya es aburrido, ya no me conecta, ni me llena de esperanza. Como público necesitamo­s que haya esperanza, no podemos estar sin luz, por eso creo que se agotó y se están agotando, afortunada­mente, todas las narconovel­as.

Producción, dirección o escritura, ¿con cuál te quedas?

Con la escritura. Me encanta, con lo que sé ahora. Sí me hubieras preguntado hace cinco, 10, 15 o 20 años, diría que directora.

¿Hay momentos especiales para escribir o cualquier momento es bueno?

Cualquier momento es bueno y, observar… la calle, la gente, cualquier situación es ideal para escribir.

Por eso siempre hay que tener lista la libretita para anotar o grabar, porque las ideas se van.

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Aprendió de los grandes directores como Ernesto Alonso y Raúl Araiza.

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