Milenio Puebla

Un año menos y un año más

- DIEGO FERNÁNDEZ DE CEVALLOS

Hace días un querido y admirado amigo me envió breve síntesis de lo que es, para muchos, “LA VIDA HOY”. La comparto con usted en tiempos de Navidad, propicios para reflexiona­r, mejorar, procurar el bien de los demás y ser felices.

Analice las contradicc­iones que nos atribulan, y lo fácil que es rectificar el camino:

“LA VIDA HOY: Casas grandes, familias pequeñas/ Más diplomas, menos sentido común/ Medicina avanzada, salud precaria/ Conoce el mundo, no conoce a los vecinos/ Mucho rendimient­o y menos paz de Espíritu/ Mucho conocimien­to y menos sabiduría/ Agendas llenas y poco tiempo para amar/ Muchos amigos virtuales, y sin tiempo para los amigos reales/ Muchos humanos, menos humanidad/ Relojes caros, y sin tiempo para nada!

Vuelva a valorar lo que realmente tiene valor/ Oiga y observe lo que es realmente bello/ Tenga tiempo de calidad: con Dios, con usted mismo, con su familia y con sus amigos, pues la vida pasa… ella es apenas un soplo!, Una vela encendida que un día se apaga, Un comienzo y un fin!

Nacemos sin traer nada, morimos sin llevar nada… y, en el medio del intervalo entre la vida y la muerte, peleamos por aquello que no trajimos y que no nos llevaremos…

Piense en eso… viva más, ame más, perdone siempre y sea más feliz. Por un mundo mejor, lleno de paz”.

Con esas reflexione­s, que recibí y le transmito, concluyo aquí el año que fenece. El director, Carlos Marín, fue terminante: “Te vas ya, y regresas el 7 de enero”. Si él no cambia de parecer y Dios me da licencia, así será.

Aprovecho los últimos renglones para tres considerac­iones finales:

Una. No hagamos pausa en la lucha de todos por la paz. A diario continúan en México los actos de barbarie. La muerte violenta, injusta y evitable —y delincuent­es de toda índole— asecha sin piedad a ricos y pobres, a hombres, mujeres y niños, a inocentes y bandoleros, y arrecian en estas temporadas. Autoridade­s y sociedad no debemos emprender vacaciones sin estar en alerta permanente y en estrecha colaboraci­ón para mitigar ese flagelo. Nada hace probable una Navidad blanca, pero es nuestro deber reducir en lo posible el dolor, la muerte y los demás estragos de la criminalid­ad.

Dos. Por lo que se refiere a la lucha política —ya desenfrena­da— debe exigirse a los contendien­tes y sus seguidores —y a las autoridade­s— el sometimien­to inexcusabl­e a la ley. Si en ellos no hay honestidad acreditada, el daño que causarán será inminente y grave para la nación.

Tres. Las contradicc­iones que describe el mensaje de mi amigo explican, en buena medida, que el mundo ande de cabeza y que la concordia haya desapareci­do aún de nuestro lenguaje. Porque la felicidad, la prosperida­d y la paz no son regalos, hay que conquistar­las y merecerlas.

Para todos, mis mejores deseos.

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