Un año menos y un año más
Hace días un querido y admirado amigo me envió breve síntesis de lo que es, para muchos, “LA VIDA HOY”. La comparto con usted en tiempos de Navidad, propicios para reflexionar, mejorar, procurar el bien de los demás y ser felices.
Analice las contradicciones que nos atribulan, y lo fácil que es rectificar el camino:
“LA VIDA HOY: Casas grandes, familias pequeñas/ Más diplomas, menos sentido común/ Medicina avanzada, salud precaria/ Conoce el mundo, no conoce a los vecinos/ Mucho rendimiento y menos paz de Espíritu/ Mucho conocimiento y menos sabiduría/ Agendas llenas y poco tiempo para amar/ Muchos amigos virtuales, y sin tiempo para los amigos reales/ Muchos humanos, menos humanidad/ Relojes caros, y sin tiempo para nada!
Vuelva a valorar lo que realmente tiene valor/ Oiga y observe lo que es realmente bello/ Tenga tiempo de calidad: con Dios, con usted mismo, con su familia y con sus amigos, pues la vida pasa… ella es apenas un soplo!, Una vela encendida que un día se apaga, Un comienzo y un fin!
Nacemos sin traer nada, morimos sin llevar nada… y, en el medio del intervalo entre la vida y la muerte, peleamos por aquello que no trajimos y que no nos llevaremos…
Piense en eso… viva más, ame más, perdone siempre y sea más feliz. Por un mundo mejor, lleno de paz”.
Con esas reflexiones, que recibí y le transmito, concluyo aquí el año que fenece. El director, Carlos Marín, fue terminante: “Te vas ya, y regresas el 7 de enero”. Si él no cambia de parecer y Dios me da licencia, así será.
Aprovecho los últimos renglones para tres consideraciones finales:
Una. No hagamos pausa en la lucha de todos por la paz. A diario continúan en México los actos de barbarie. La muerte violenta, injusta y evitable —y delincuentes de toda índole— asecha sin piedad a ricos y pobres, a hombres, mujeres y niños, a inocentes y bandoleros, y arrecian en estas temporadas. Autoridades y sociedad no debemos emprender vacaciones sin estar en alerta permanente y en estrecha colaboración para mitigar ese flagelo. Nada hace probable una Navidad blanca, pero es nuestro deber reducir en lo posible el dolor, la muerte y los demás estragos de la criminalidad.
Dos. Por lo que se refiere a la lucha política —ya desenfrenada— debe exigirse a los contendientes y sus seguidores —y a las autoridades— el sometimiento inexcusable a la ley. Si en ellos no hay honestidad acreditada, el daño que causarán será inminente y grave para la nación.
Tres. Las contradicciones que describe el mensaje de mi amigo explican, en buena medida, que el mundo ande de cabeza y que la concordia haya desaparecido aún de nuestro lenguaje. Porque la felicidad, la prosperidad y la paz no son regalos, hay que conquistarlas y merecerlas.
Para todos, mis mejores deseos.