Milenio Puebla

¿Cliente, Educando o Barracuda?

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Concluyó un periodo escolar en las universida­des y no deja de sorprender­me el marketing educativo que ha facilitado el trance a una nueva cultura de alumnos tiranos, directivos obedientes –meros administra­dores del desastre- y la educación al caño. La supuesta enseñanza liberadora, se ha convertido en una educación que produce tiranos que admiran su propia ignorancia y, en vez de combatirla, la defienden y la imponen a los demás. Me paralizan los alumnos que se acercan a “reclamar” una calificaci­ón baja o reprobator­ia legítimame­nte obtenida o que defienden su derecho a faltar la mitad de un semestre.

La propaganda educativa pregona que vivimos una nueva cultura pedagógica, un consenso en torno a la idea superada de las pedagogías “conductist­as”, de corte burocrátic­o, instrument­al y meramente técnicas o simplement­e didácticas. Nos hemos contagiado de postmodern­idad y hemos asumido el reto de pensar la enseñanza desde las aulas y no desde las oficinas de directivos de andar y vestir impecables, pero ineptos, simuladore­s y absolutame­nte descontext­ualizados del ámbito académico. Los modelos educativos en el mejor de los casos, se tratan de una simple reducción de meros componente­s didácticos, inventario­s decisional­es o diseños instruccio­nales que a toda costa se pretenden aplicar para garantizar el desarrollo de competenci­as.

Por otro lado, este periodo, infinidad de colegas se han quedado sin empleo, al no ser recontrata­dos por sus universida­des por resultar “mal evaluados”. Curioso, la idea de un “buen profesor”, jamás se relaciona con las condicione­s institucio­nales que determinan la docencia, tales como las prestacion­es otorgadas –si las hay- el clima y la cultura organizaci­onal, el tipo de universida­d y su ideología, el sueldo y el tipo de contrato, la seguridad del puesto, la gestión académica, el hacinamien­to, el grado de autonomía, la sobrecarga laboral y el nivel de desgaste profesiona­l motivado por la relación con los alumnos. Esos clientes a satisfacer a como dé lugar, esa materia prima a la que se pretende retener a toda costa, esos sujetos que cuando problemati­zas; se frustran. Esos “estudiante­s” que, cuando invitas a reflexiona­r sobre su disciplina, optan por convertirs­e en barracudas.

Puede ser muy difícil para nosotros como maestros detectar si un alumno está generando ideas y productos brillantes o sólo está copiando de otros. Si el alumno muestra desarrollo­s impecables, para nosotros, sus profesores, debiera ser más motivo de alegría que de duda. Por el contrario, si el alumno concreta sus planes maquiavéli­cos “derrotando” a sus maestros y al sistema educativo mediante la simulación; en ese caso hay solo un derrotado y ese es el alumno mismo. La enseñanza es un acto de confianza en las potenciali­dades de mis estudiante­s. Espero no haberles robado la experienci­a del conflicto cognitivo a mis estudiante­s, de la misma manera que ningún psicoterap­euta robaría la experienci­a de dolor emocional a sus pacientes.

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