Milenio Puebla

María promueve desde hace 49 años la cemiita tradiciona­l poblana; elogian el sazón de sus productos

Doña María cuenta que inició laborando a los 13 años de edad en el desapareci­do mercado La Victoria y tras unos años abrió su propio negocio: “Cemitas Beto”, que se localiza en el interior del mercado La Acocota, donde lleva ya más de 25 años

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Doña María de la Luz Pérez suma 49 de sus 62 años de vida preparando cemitas. Sus clientes, entre los que se encuentran muchos turistas extranjero­s, elogian el esmero y el sazón de sus productos. “Me dicen: ‘Señora en sus manos está el sabor’, a lo que les respondo que no es más que el de allá arriba. Si quieres que te dé su bendición acércate a él. Me gusta mi trabajo, lo hago con amor”.

Añade que el toque especial se lo da un poco de todo: “Es la mercancía, como siempre lo hemos dicho: trabajamos calidad no cantidad, y la forma de hacerse. A pesar de tener tanta clientela, a pesar de tanto trabajo, se siguen preparando las cosas como se tienen que hacer”.

Aunque reconoce que a petición de sus clientes tuvo que incorporar algunos alimentos para acompañar al pan que caracteriz­a a la Angelópoli­s – como el quesillo, jamón y la carne enchilada, entre otros– sentencia que no hay nada igual a una cemita típica y original de la entidad:

“La de piso, la que todavía fabrican a mano, amasan a mano y la cuecen en horno de barro con el semitillo o salvadillo abajo. Un pan netamente artesanal acompañado con queso o pata, que son las netamente cemitas tradiciona­les de Puebla. El resto se lo fueron añadiendo para hacerla comercial”, lamenta.

En ese sentido apunta que es la de milanesa la que más se vende, aunque aclara que aún hay personas, especialme­nte de la tercera edad, quienes le piden una cemita tradiciona­l.

“Aunque hay otros que vienen y me dicen: ‘Oiga no le va a poner salchicha o frijoles o papas’, y nada de eso lleva la cemita tradiciona­l. Algunos me piden con chipotle relleno o de puras salchichas y les aclaro que eso no lo trabajo. Otros llegan y me piden una tradiciona­l y les respondo ‘de qué la quieres, de queso o de pata’, y me responden. ‘Bueno, hágamela de milanesa’. Entonces les aclaro, ‘Tú me pediste una tradiciona­l y esas son de queso o pata”, refiere.

Acepta que se puedan acompañar las cemitas con diversos alimentos, “pero que estén bien preparadas. Pero ojalá que todos respetaran el concepto, porque muchos solo lo ven como negocio y piensan, ‘quieren mucho, pues les pongo mucho’. Pero quienes se quejan son los turistas, luego vienen y me dicen que por favor no le ponga mayonesa o esto y esto, o que piden que le ponga frijoles y yo les aclaro que no llevan eso”.

Otro punto que se ha dado a la tarea en aclarar es que el pan por el frío llega a ponerse correoso, y hay quienes le solicitan que se los caliente. “No. No se puede porque el pan es así (…) el sabor del pan es muy sabroso. A mí me encanta”.

Doña María cuenta que inició laborando a los 13 años de edad en el desapareci­do mercado La Victoria y tras unos años abrió su propio negocio: “Cemitas Beto”, que se localiza en el interior del mercado La Acocota, donde lleva ya más de 25 años.

“Es un negocio netamente familiar. Aquí están mis hijos y tres nietos, que me vienen a ayudar”, comenta.

Abunda: “Claro que tengo clientes desde que abrimos. Muchos regresan. Incluso ya vienen con sus hijos o sus nietos, por lo que puedo decir que tan solo aquí ya atendí a tres generacion­es. Primero fuimos nosotros, luego mis hijos y ahora mis nietos y así, la clientela igual”.

Comenta que parte de su éxito también se debe a que aplica lo que le enseñaron. “Con la gente que

“Es un negocio netamente familiar. Aquí están mis hijos y tres nietos, que me vienen a ayudar”

Los domingos y días festivos son cuando alcanza mayores ventas, asegura.

estuve, platicando o regañándom­e, me dieron ciertos consejos, que si quiere uno los toma. El dueño de donde trabajé siempre decía. ‘Si al cliente le das calidad no va a oponerse a pagarte el precio que tú le pongas’. La persona que a mí me enseñó a trabajar me decía: ‘Prepara bien tus cemitas. Poner la mercancía no es ponerla al trancazo y ya, todo lleva un orden’, y eso se los enseño a ellos. Me decía: ‘Cuando tu preparas la cemita es porque al cliente ya se le está antojando antes de que se la des’. Entonces son consejos que muchos los toman por regaño, los toman por quién sabe cómo, pero yo sí los tomé y los pusimos en práctica”.

Divertida comenta que todos los días se come una cemita, “me como de todas. Cada día me voy preparando una diferente para irle variando. Yo le pruebo desde una de jamón, de queso, de pata, de carne enchilada, de todas”.

Aunque acepta que el toque especial son las rajas que complement­an la preparació­n, en su caso manifiesta que es el amor con el que prepara los alimentos. “Siempre les he dicho a mis hijos, si tu preparas con amor y con cariño tu trabajo, éste siempre te va a salir bien”.

Tras ser cuestionad­a sobre la procedenci­a de los extranjero­s que se vienen a deleitar con sus manjares, responde que la lista es interminab­le, porque tan solo una clienta le lleva a muchos turistas periódicam­ente.

“Vienen de España, de Alemania, la que sabe bien es mi hija, quien luego me dice ‘Ya te fuiste hasta tal país’, y le digo, ¿Por qué? Y me responde, ‘Porque se llevaron las fotos y tu comida hasta tal lado’. Ella es la que tiene más conocimien­to de dónde vienen las personas”, agrega.

Con orgullo expresa que esos clientes han regresado y en sus siguientes visitas le dicen que retornaron porque les gustaron sus cemitas. “Se van contentos”.

Da a conocer que los domingos y días festivos, así como los periodos vacacional­es, como ahora en diciembre, son donde alcanza mayores ventas. “Pero este no es un negocio donde yo le pueda decir, ahora voy a vender tantas, porque a veces los esperamos y no, o nos pueden llegar unos grandes pedidos, como ahorita”.

Menciona que tan solo ella se llega a preparar unas 150 a 200 cemitas en un día, en promedio. “Pero la verdad no llevamos una cuenta”.

Respecto a su legado en este oficio, cuenta que aunque sus cinco hijos aprendiero­n, porque le apoyan en la atención del negocio, uno optó por dedicarse a otra actividad.

“El resto están en el mismo ramo, pero uno ya abrió su propia sucursal, que es la tercera, pues además de aquí, en la parte exterior del mercado, sobre la dieciocho norte, tenemos una sucursal, que atiende mi esposo, Rodrigo Conde, y mi hijo está en la veinticuat­ro sur después de (la avenida de) Las Torres”, comunica.

Respecto al nombre de su empresa, detalla que cuando les traspasaro­n el local así se llamaba y era del mismo giro, por lo que decidieron mantenerlo. “Ahora que me preguntan les digo que es por mi hijo Beto, pero la verdad es que así se llamó el anterior negocio y ya después ya no lo pudimos cambiar”, finaliza.

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Doña María inició laborando a los 13 años de edad.
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Sus clientes elogian el esmero y el sazón de sus productos.
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Explicó que el toque especial se lo da un poco de todo, los ingredient­es, la forma de preparar, pero sobre todo, el amor con que realiza su trabajo.
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Doña María de la Luz Pérez suma 49 de sus 62 años de vida preparando cemitas.

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