Milenio Puebla

Los errores de Anaya

- ÁLVARO CUEVA ¡atrévase a opinar! alvarocuev­a@milenio.com

Qué peligrosas están las estrategia­s de comunicaci­ón de Ricardo Anaya.

En contraste con los spots de José Antonio Meade o de Andrés Manuel López Obrador, sus mensajes se ven falsos, dan miedo. Lo pueden perjudicar.

Ojo: yo no estoy ni a favor ni en contra de este personaje, pero tengo la obligación profesiona­l de denunciar esto.

¿En qué me baso para hablar de falsedad? ¿A qué me refiero cuando le hablo de miedo?

A una larga lista de errores en su diseño de imagen, en los guiones de sus anuncios y en su concepción audiovisua­l. He aquí algunos de ellos: Primer error: “Él es Ricardo Anaya”. Si este mensaje está dirigido a la gente del PAN, ¿qué necesidad hay de informarle­s quién es el señor? Se supone que durante años fue su dirigente, ¿no?

¿En todo ese tiempo nadie lo pudo conocer? Si lo que él hizo contra el PRI, en Estados Unidos, en Canadá y con los máximos líderes del mundo fue tan memorable, ¿qué necesidad hay de insistir en eso?

Dime de qué presumes y te diré de qué careces. ¿No es demasiada vanidad lo de los idiomas?

Pero lo peor son las partes actuadas. Si eres un hombre de familia, el país lo sabe. ¿Para qué poner esos videítos hecho ex profeso para el anuncio en lugar de mostrar algo de verdad? ¿Para qué? Segundo error: mensaje navideño. La Navidad en México es luz, color, comida en abundancia, familias enormes, muchos amigos, fiesta.

¿Y qué hacen los productore­s de Ricardo Anaya? Se lo llevan a lo más oscuro de un bosque con su mujer y sus hijos a asar malvavisco­s y a recitar un texto rarísimo que habla de pesos, miedos y felicidad.

No hay manera de ver eso y de no inventar un chiste sobre si el hombre se fue a refugiar ahí porque no lo quieren en ningún lado o sobre si en cualquier momento le va a salir un oso o un asesino serial.

Este spot es tan malo que si usted se detiene a ver las caritas de los niños en las tomas abiertas, los pobres no pueden disimular su aburrimien­to. ¡Cuidado!

Pero, espérese, falta lo peor, su tercer error: “La bamba”.

El mensaje de Anaya con Juan Zepeda es ya, de antología, como una mala broma, comunicaci­ón política del absurdo.

El señor se quiere ver bien banda y no le queda. No es él. Está mal dirigido. Alterar la letra de “La bamba” para poner “con un poco de gracia vamos al frente, Anaya presidente” es ofensivo, como de niño rico que le falta al respeto a la música popular porque, finalmente, ¿a quién le importan esas cosas de la gente pobre?

Volvemos al tema de la vanidad y a las secuencias actuadas. Pero yo aquí me quiero detener en algo que se me hace delicado: la chamarra negra de plástico. Deje usted el contraste entre las acaloradas camisas y camisetas de todo el mundo en este video y la insistenci­a de don Ricardo de acentuar su frialdad con esta prenda.

Las chamarras negras cerradas solo las usan los villanos en el mundo de la comunicaci­ón. ¿Cuál es el mensaje que Ricardo Anaya le quiere dar a las multitudes?

No estamos hablando de confianza, de claridad ni de nada amable.

¿Ahora me entiende cuando le digo que las estrategia­s de comunicaci­ón de este precandida­to están peligrosas?

Ojalá me equivoque, pero tengo la impresión de que lo pueden perjudicar. ¿O usted qué opina?

En contraste con los spots de Meade o de López Obrador, sus mensajes se ven falsos, dan miedo, lo pueden perjudicar

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