Milenio Puebla

Intensidad emocional

Los tres políticos y sus partidos han sido objeto de fuertes críticas. Toda crítica implica una emoción. La diferencia está en la intensidad.

- Víctor Reynoso

Un aspecto importante de la política, pocas veces observado y analizado, es el de la intensidad emocional. Hay opciones y situacione­s políticas notablemen­te intensas, que llegan a hacer estallar las emociones de políticos y ciudadanos. Hay otras de baja intensidad. En el caso de los tres precandida­tos a la presidenci­a de la República para este proceso, el que más moviliza las emociones, es sin duda López Obrador. Tanto a su favor como en su contra. Meade y Anaya son opciones de baja intensidad, por ahora.

Los tres políticos y sus partidos han sido objeto de fuertes críticas. Toda crítica implica una emoción. La diferencia está en la intensidad. Quienes están a favor del candidato de Morena, quizá la mayoría de ellos, piensan que de triunfar transforma­ría el país. Ya en el poder este partido y su líder resolvería­n, tal como han prometido, los problemas básicos del país. Y a bajo costo, sin aumentar impuestos.

Quienes lo rechazan ven en estas propuestas demagogia: ofrecimien­tos que no podrán cumplir. Ven también en ellas el regreso a las políticas de los años setenta del siglo pasado, que resultaron muy dañinas para el país, y que ahora serían todavía más costosas.

No se ve en el posible triunfo de López Obrador un cambio gradual o una continuida­d, sino un cambio brusco. Sus simpatizan­tes creen que este cambio radical sería positivo para el país. Sus críticos creen que sería negativo, posiblemen­te desastroso. Por eso las emociones en torno a esta candidatur­a son intensas. En los casos de Meade y Anaya, el escenario más probable es el de continuida­d con cambios graduales. En general se tiene la impresión, cierta o no, de que dejarían después de un sexenio un país un poco mejor o un poco peor. Pero no se espera de ellos ni la salvación de México ni el desastre. De ahí la baja intensidad emocional en torno a sus candidatur­as. No hay nada seguro, pero lo más probable es que de los tres candidatos queden dos con posibilida­des de triunfo. Las encuestas en una elección de tres, se dice, son una especie de primera vuelta electoral: eliminan al candidato que aparece en el tercer sitio al concentrar los votos en los dos que tienen posibilida­des de ganar. Es probable que para finales de marzo ya se haya dado este proceso. Y es probable que la final sea entre Morena y alguno de sus dos rivales. De ser así, tendremos una elección intensa, emocionalm­ente hablando. Las emociones fuertes tienen ventajas: movilizan a las personas. Ante una posibilida­d de cambio radical positivo o ante el riesgo de un desastre, las personas tienden a movilizars­e. Pero la alta intensidad emocional puede nublar la razón. Puede crear esperanzas y temores ficticios. Enfrentami­entos basados en falsas percepcion­es. Ahí hay un riesgo para la próxima elección. Al pensar, con razón o sin ella, que lo que está en juego al elegir al próximo presidente es mucho, la salvación o el desastre, puede haber acciones insensatas de diverso tipo.

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