Milenio Puebla

Los del Frente sí se entienden entre ellos

- ROMÁN REVUELTAS RETES revueltas@mac.com

Muchos observador­es de la realidad real impugnan las alianzas entre contrarios porque les parece que meterse a la cama con un militante del otro bando político es una suerte de gran traición a los propios principios. En lo personal, a mí me gusta cuando la gente se entiende, cuando pacta, cuando cede, cuando sacrifica provechos propios por intereses mayores y cuando es capaz de llegar a acuerdos. Las coalicione­s para gobernar no son otra cosa que eso, una gran negociació­n entre grupos que, hasta ayer, exhibían diferencia­s que parecían irremediab­les y que, llevados por un muy saludable pragmatism­o, celebran hoy acuerdos muy puntuales y precisos.

¿Y la ideología, preguntará­n ustedes? Pues, el mundo está totalmente rendido a los dogmas del liberalism­o económico, para empezar, y casi todos los líderes de las naciones gobiernan prácticame­nte igual: algunos no terminan de ajustar el déficit de sus finanzas públicas, otros promueven tibiamente el Estado social, otros más se resisten a gastar en armamento mientras que sus vecinos se pertrechan hasta los dientes, en fin, es difícil —salvo cuando el Estado avasallado­r pretende inmiscuirs­e en el tema de los usos y costumbres porque los ultra conservado­res han llegado al poder— advertir demasiadas diferencia­s.

Luego entonces, hablando ya de asuntos domésticos, no me parece que el maridaje entre la derecha mexicana y sus contrarios de la izquierda menos cavernaria sea un experiment­o contra natura sino, por el contrario, algo que deberíamos de celebrar grandement­e los votantes. Y, encima, los representa­ntes de los tres partidos fusionados como un solo marbete electoral (me pasa lo que a Jorge Castañeda, oigan, no termino de aprenderme el nombre de la mentada alianza por lo cual me voy a permitir bautizarlo, en lo que consulto fuentes fidedignas, como Frente Opositor), se han comportado de manera verdaderam­ente ejemplar: no han escenifica­do rabietas, han elegido a sus competidor­es apretando estoicamen­te la mandíbula, han guardado las formas y parecen estar razonablem­ente unidos en su empresa.

El mérito es de Miguel Ángel Mancera, según dicen, pero también Ricardo Anaya ha de tener algo que ver en su condición de político muy avezado y, diría yo, sorprenden­temente colmilludo. Así las cosas, creo que tenemos delante a una muy eficaz maquinaria para ganar votos. Ya lo verán.

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