Milenio Puebla

El poder en los hombres políticos

- Ricardo Velázquez

Los hombres políticos asumen por su carácter y actos, lo verdadero, aun a costa de su rebeldía; los que no, pueden optar entre traicionar al político o continuar sus pasos. En ambos casos, son los primeros en revelar la naturaleza de unos y otros. Los menos sólo distinguen estos factores, los más piensan inevitable­mente en sus propios intereses. El político vela por los intereses de los otros. Se vuelven hombre de acción, actos y palabras en consonanci­a, si una u otra se corrompe, el hombre se corrompe. Además, parte del principio del Señor de la montaña, quien decía que “cada hombre encierra la forma íntegra de la condición humana”.

La crítica nace de la aprehensió­n de la realidad y su concordanc­ia con el estado de las cosas. Del conocimien­to práctico y teórico que algunos hombres depositan en sus actos. La crítica es uno de los caminos por los que los hombres se incorporan a la historia. La historia como una suerte de memoria y de tribunal: recuerdo sometido a juicio. En ella se recupera, incluso, aquello que algunas circunstan­cias y hombres pretenden olvidar y que los hombres, sobre todo aquellos con una preocupaci­ón y ocupación por sus pueblos, siempre salen bien librados.

Ya decía Plutarco, el pensador latino, que los seres humanos más que con sus palabras, hablan con sus actos; y que de los hombres aprendemos a hablar, a callar sólo de los Dioses

La categoría de un pensador no radica en la importanci­a de las ideas, sino en la vigencia de ellas. La historia no consiste sólo en el pasado sino que empeña sus esfuerzos en mirar lo porvenir.

Cierto que son pocos los políticos que cuentan con este don.

La voz, ese movimiento anímico, es perpetuada por la palabra, señal y signo inequívoco del recuerdo, de la memoria.

Forjar ideas es cosa bien distinta a maquilar conceptos por cuenta de otro.

La política en México ha ganado en cuanto a respeto a la vida humana, pero ha perdido en cuanto a virilidad.

En la época moderna no hay hombre solo, sino equipo jefaturado, por supuesto, por un guía que sabe serlo.

El poder, digo yo, transforma a los hombres. A unos los sublimiza y a otros los revela en su verdadera pequeñez.

La política es sin duda empresa inquietant­e, pero es menester entenderla en calidad de función creadora y hacer de ella un instrument­o al servicio de los más altos valores. No ser cosechero sino sembrador, para honrarla, para reparar injusticia­s, para descubrir horizontes propicios y dar lecciones que merezcan ser imitadas por el mensaje de dignidad que entrañen.

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