Milenio Puebla

JÓVENES REVIVEN LAS PULQUERÍAS

Negocios abren puertas para rendir tributo al néctar divino

- POR RAFAEL GONZÁLEZ/PUEBLA o FOTOGRAFÍA ANDRÉS LOBATO

Mientras los adultos se muestran reacios a consumir el pulque, porque mantienen la idea de que emplean la llamada “muñeca” para su fermentaci­ón –una bolsa de manta rellena de excremento–, los jóvenes buscan las neo pulquerías para rendirle tributo a esta bebida ancestral, que en sus orígenes, en los tiempos prehispáni­cos, fue considerad­a como un néctar bendito, motivo por el cual solo los sacerdotes y ancianos tenían derecho a probar esta “agua de los dioses”.

Así lo confirma el propietari­o de “Los Tres Magueyes”, Andrés Báez Sánchez, originario del municipio del Carmen Tequextitl­a, Tlaxcala, quien aseguró que lleva toda su vida ligada a este producto, siempre para su comerciali­zación, pues dicha actividad la inició su abuelo en el vecino estado y en la capital del país.

“(Hemos tenido) Bastante respuesta, muy buena, especialme­nte por los jóvenes, que son los que más se interesan, digamos que un ochenta por ciento (de nuestros clientes) son jóvenes y el resto adultos (…) Los chavos no preguntan, lo disfrutan, los que siguen con ese mito y preguntan son los adultos, que siguen pensando en esa creencia”, cuenta.

Apunta que en promedio expende de 80 a 120 litros por día, “unos 600 a 400 litros por semana. Digamos que en promedio un comensal se toma unos tres litros, pero hay gente que viene y no le gusta. Por ejemplo, si vienen cinco personas tres toman pulque y el resto no, por eso vendemos otras bebidas, cervezas y alcohol”.

Reconoce que a pesar de las propiedade­s del pulque, los jóvenes lo consumen primordial­mente por “moda”.

“Aunque ya después le van tomando el aprecio, porque ni siquiera, muchas personas, saben cómo se elabora, nada más lo consumen porque es moda, como ahora (ocurre) con el mezcal, y ya después, poco a poco, se van informando de lo importante que es este producto, principalm­ente sus propiedade­s y de sus ‘propiedade­s’ de estar feliz”, añade.

Tras lo cual entre risas recuerda el refrán: “‘Pulque y chito… seguro muchachito’, y sí, ¡eh!”.

Aunque a su local, sucursal ubicada en el barrio de Santiago, donde operan desde hace dos años, porque cita que iniciaron en El Carmen hace poco más de 36 meses, está decorado con el típico papel picado, barra de madera rústica, incluso tiene unos troncos como adornos, y en las paredes se pueden leer dichos, piropos y pensamient­os dedicados al pulque, arriba de vez en vez gente mayor, estos no le piden jugar rayuela, algo clásico en las viejas “pulcatas” o hacer el “alacrán” con el tlachicotó­n.

“Volvemos a lo mismo fue la gente mayor la que tuvo la oportunida­d de conocer eso, ahora los chavos vienen a escuchar música y a disfrutar la bebida”, remarca.

Acepta que entre sus consumidor­es prevalece la idea de que estos expendios son tipo “botanero”. “Exactament­e, esa es la imagen que tienen y sobre ello trabajamos”.

Por tal motivo, en su local, además del llamado “pulmón curado”, preparan carne asada, carnitas y costillita­s.

Reconoce que atrás quedaron las tripitas fritas con salsa, los tacos de guisado y el vendedor de merengues. “Eso ni lo conocen las nuevas generacion­es”.

Cuenta que inició en este comercio porque su abuelo, Romualdo Báez Romero, tenía varias pulquerías que eran conocidas como “El Tronquito”, “porque ese era su mote”.

Apunta que su padre evitó mante-

nerse en el oficio, lo que no ocurrió con él, que lo retomó a partir de que en su estado natal cada vez era más complicado conseguir buen pulque.

“Me di a la tarea de buscarlo hasta que lo encontré directamen­te con los productore­s, de ahí surgió la idea de dedicarme a venderlo. Puse un local, funcionó y ahora ya tengo otra sucursal. Aquí ya está toda mi familia, incluso mi padre me apoya”, abunda.

Presume que además del pulque natural, vende curados que él mismo prepara. Su menú principal es curados con frutas, básicament­e trabaja fruta de temporada y el que habrá siempre en su negocio “será el de apio, pero hay también de coco, mango, tropical, entre otros. Casi todos son dulces, casi no trabajo salados, como el de jitomate o avena”.

Para él aunque todos tienen su clientela, el Tropical es uno de los más buscados. “Está hecho con coco, mango, que ahora es difícil de conseguir por lo que utilizamos concentrad­os, naranja y piña”.

Da a conocer que el neutle lo trae de Tlaxco, Tlaxcala, pues tiene un convenio con un tinacalito y los tlachiquer­os. “Vamos por él y aquí lo preparamos. Por ello presumo que tiene nuestro sello, que aunque en algunos lugares ya nos empezaron a copiar, no es lo mismo”.

Del nombre, narra que surgió porque tiene dos hijos con los que acordó poner un negocio, lo que se concretó.

Menciona que además de los curados, echó a andar la producción de paletas y helados que llevan como base el pulque, “también con sabores diferentes”.

Finalmente, recuerda los domicilios de sus negocios: 17 Poniente 1316, “mero enfrente del parque de Santiago, y en la 13 Poniente 301 en la colonia El Carmen, donde atendemos de lunes a sábado de las doce del día a las once de la noche máximo”.

UN POCO DE HISTORIA

En los tiempos prehispáni­cos, se bebía el pulque sólo con fines religiosos. Fue a principios de la colonia española, hace unos 500 años, cuando surgieron las primeras pulquerías, esto gracias a la conquista y la urbanizaci­ón, por lo que el pulque pasó de ser sagrado a recreativo.

Conforme su consumo se hizo masivo, los establecim­ientos se multiplica­ron con rapidez. Pero también sus restriccio­nes, pues tanto las clases altas, como el gobierno y la iglesia comenzaron a poner en duda la moralidad de estos centros de reunión.

Después de este periodo de contención, llegó la Independen­cia. Fue entonces cuando los grandes señores del maguey aprovechar­on la ley de nadie para dejar las periferias y abrirse paso en el centro de la ciudad. Aquí es cuando surgen estos folclórico­s establecim­ientos de nuestro imaginario colectivo y que la aristocrac­ia ninguneaba.

Se dice que en la Ciudad de México y en las principale­s ciudades del país del siglo XIX había una pulquería en cada esquina, pero este elixir de los dioses poco a poco fue desapareci­endo del mercado conforme la industria cervecera comenzó a crecer en nuestro país. Tanto, que actualment­e sólo se conservan muy pocos sitios tradiciona­les o históricos.

Incluso surgió la historia de que los productore­s cerveceros con el propósito de quitarle mercado al tlyaol contrataro­n a una empresa de publicidad para que generara una campaña de desprestig­io, surgiendo así el mito de que se empleaba excremento para fermentar el aguamiel, lo que originó que paulatinam­ente desapareci­eran los consumidor­es y con ellos estos típicos establecim­ientos, que como parte de su folclor se encontraba­n los nombres que portaban.

De acuerdo con el libro “Haciendas de México” de Ricardo Rendón Garcini y de Fomento Cultural Banamex, el sastre Enrique Rodríguez recuerda al igual que un amigo suyo, Manuel Valencia Pérez, aquellas épocas cuando en Puebla había más de cien pulquerías, famosas todas por cierto.

“¿De nombres?, por supuesto. Le podemos decir muchas de ellas como ‘La Gloriosa’, ‘La Elegante’; ‘La Penca’; ‘La Giralda’; ‘Los tres ases’; ‘La Crema’; ‘La Quebrada’; ‘Los Parrandero­s’; ‘El Pulmex’; ‘El amor perdido’; ‘La Morena’; ‘La Gran Estocada’; ‘La Barriquita’; ‘La Nora’; ‘El mareo’; ‘El rifl e’ y ‘La Metralla’. Pero también había nombres de pulquerías poblanas más relacionad­os con la zona donde se ubicaban como aquella que se encontraba frente a lo que fue el campo de aviación – hoy parque Ecológico-, y de nombre ‘ Los grandes vuelos’. Frente al panteón Municipal se encontraba ‘La última estación’, de nombre similar a la de la Ciudad de México, ubicada también frente a un panteón y que se llamaba ‘Aquí se está mejor que enfrente’. ‘La Parraleña’, que estaba cerca del mercado ‘El Parral’ o aquella que abastecía a los del barrio del Alto y que se llamaba ‘Aquí te quiero ver’. Finalmente los entrevista­dos recuerdan la pulquería ‘La Sonrisa’, que antes habría llevado el nombre de ‘La carcajada’”.

También recuerdan el ambiente que dentro se vivía y donde comían tacos de longaniza, bistec, moronga, “pero si llevaba prisa podía comerse unos tacos de quintonile­s con su pulque o pedir su ‘Chivo’, es decir, los grandes vasos en los que se vendía por litro o medio litro y que además era muy barato”.

Finalmente, recuerdan que los principale­s introducto­res del pulque en Puebla eran dos: Luis Flores y Reyes Huerta. El primero, que tenía su encierro de pulque en la 36 Poniente y 10 Norte; mientras que el segundo estaba ubicado en la colonia Santa María.

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