Milenio Puebla

La bolsa negra (I)

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“Mírame con desprecio y verás aun idiota, mírame con admiración y verás a tu señor, mírame con atención y te verás a ti mismo” Charles Manson N o mames Darío, ahí hay un cadáver! -¿Cómo sabes güey, tienes vista de rayos equis? -No, pero en todos los noticiario­s siempre se ve que los meten en bolsas negras como esa. -Pues vamos a abrirla y vemos. -Yaaah pinche Darío, mejor vámonos, ¿qué tal que los sicarios andan por aquí? y si nos ven queriéndol­a abrir nos matan.

Darío y Mauricio discutían por el hallazgo de la bolsa negra que se encontraba en aquel baldío que alguna vez fue un paraje abierto, donde otras generacion­es crecieron entre sembradíos, caminatas y días de campo.

Aquella bolsa negra, símbolo estrella de nuestra cultura y nuestra generación, en un año se transforma en noventa y siete mil toneladas de basura a nivel mundial, capaces de vivir entre 150 y mil años, ni Matusalén logró tanto; más barato producirla­s nuevas, que reciclarla­s; matan al producirla­s y al destruirla­s con dosis de dioxinas y cianuros que como raza amante del suicidio sistemátic­o y de lento avance, vamos adornando con venenos el aire de las nuevas generacion­es.

Aquel par de diez años cada uno, con una diferencia de tres meses entre uno y otro, buscaban baritas para picotear la bolsa y tal vez, con un poco de suerte, perforarla esperando ver algún líquido sanguinole­nto avanzar a la luz del día con su viscoso andar.

-¿Y cómo sabes que va a salir sangre si picamos la bolsa? -Mi papá compra todos los días el Gráfico y ahí se ve en las fotos y a veces ¡hasta se les ven las tripas y los sesos! -No Darío, mejor vámonos, yo no quiero ver sangre. -No seas chillón, y qué tal que no hay un muerto, qué tal que lo que hay es dinero, a lo mejor es parte de un rescate. -Con mayor razón vámonos, si es dinero no tardan en venir por él y si nos encuentran junto a él nos van a matar, como en la serie del Chapo. -¿La de Netflix? -Sí, esa mera, ¿ya la viste? -Simón, mi papá no se las pierde, el domingo la vimos toditita, bien chida. Mi papá dice que si lo corren de la fábrica pues igual unos meses se mete de narco y con lo que gane pone un taller de tornos. ¡Mi papá es bien chingón!, es más si la bolsa está llena de dinero, pues ya no tendría que meterse de narco, ya nomás renuncia y pone su taller. ¿Ves cómo hay que abrirla? -Mejor vamos por tu papá Darío y que el venga a abrirla.

-¡No cómo crees pinche Mauricio!, si hacemos eso, primero nos van a regañar porque nos salimos bien temprano sin permiso y luego yo ya no sería el héroe llevando la lana a mi casa. Tú porque tienes unos jefes con un madral de dinero por todas sus lavandería­s.

-¿Cuáles lavandería­s? -Pues en las que lavan, mi papá dice que tu papá y tu mamá lavan ajeno a un montón de empresas, incluyendo en la que él trabaja. ¿Eso se hace en una lavandería no? -Ah pues no sé, a mí nunca me dicen nada de sus chambas, pero yo creo que sí porque siempre que hablan por teléfono con sus empleados dicen: ¡Qué pasó!, ¿ya quedó limpio eso? -Bueno, entonces ¿abrimos la bolsa? -Bueno, pero nomás poquito, si sale tantita sangre le corremos y si se ven billetes los agarramos y le corremos para tu casa, ¿va? -¡Va!

Con la varilla que encontraro­n en el montón de escombro junto al letrero de prohibido tirar cascajo, y con más miedo que valor y temblando los dos como las

jaletinas que vendía la abuelita de Darío en el mercado de San Pedro Cholula, picaron la bolsa al grito de ¡yaaaaaaah!.

Pronto brotó la punta de un fajo de billetes, dólares tan verdes como el verde esperanza de nuestra bandera. -¡Ora cabrón, tenías razón, es dinero! -Córrele güey, vámonos a mi casa Mao, ¡ya saqué de pobre a mi papá! (continuará)

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MORED

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