Tres pasos para ser un infeliz empoderado
Un beso teniendo como testigo una luna brillante, una cena a la luz de las velas, tocar el timbre de la casa de la amada para entregarle un ramo de flores, mientras nos empapa una lluvia pertinaz, entregarle un anillo de compromiso en una copa de champagne, un viaje relámpago a una cabaña escondida en medio del bosque y bajo el cobijo de una chimenea, navegar en su mirada y decirle: “Tus ojos son cuerpos lúcidos que ahorcan mis razones, son galaxias jadeantes de polvo estelar, son la analogía superada de Diógenes”. Sé que la mayoría de las personas espera este tipo de escenografías amorosas. No porque en realidad las haya vivido, sino porque la propaganda, instaló esa expectativa. No desprecio el romanticismo por cursi, sino por superficial. Las manifestaciones amorosas contemporáneas me recuerdan aquel personaje caricaturesco de Pepe Le Pew, ese galante y apasionado zorrillo francés, que paradójicamente vive eternamente enamorado de una gata llamada Penélope y a quién declama: “Oh, c’est l’amour...Oh, c’est toujours....Oh, c’est l’amour”.
Igual que Pepe Le Pew, el amor adquiere tintes fundamentalistas. El amor se doméstica y positiviza como fórmula de consumo y confort. La industria del amor oculta la imposibilidad de sostener una relación genuina y por ello, la necesidad de usar una máscara que esconda la falta radical del sujeto y disminuya nuestra angustia al enterarnos que ningún vínculo se ha estructurado exclusivamente a través de la razón. De hecho, el amor tiende a desaparecer cuando empezamos a buscar razones. Camino y veo deambulando a los amantes actuales, buscando frenéticamente al amor de su vida, diestros en la cama, guapísimos, ricos, fieles, elegantes, tiernos, adorables y que las trate como el ser más sublime de la evolución, pero ¿y sí mejor empezaran a buscar a alguien que piensa lo que hace, hace lo que dice, dice lo que siente y siente lo que hace?
Como psicólogo, lo único que alcanzaría a compartir son tres recordatorios; 1) Amar es aprender y por tanto, el aprendizaje genuino del amor significa aceptar que cualquier vínculo amoroso, obedece a un proceso evolutivo que inicia por la atracción, transita por el romance y cierra con el compromiso, 2) Sin importar los juramentos que se hagan, las experiencias que se vivan, ni los documentos que se firmen; el amor es vulnerable y 3) Conviene amar al otro real y no engancharnos a la proyección ideal de nuestras necesidades, carencias y frustraciones personales.
El amor es el último refugio para la libertad en una época cada vez más tecnocrática. Mis parejas saben perfectamente bien, que yo, las he querido libres, incluso de mí. Como afirma Illouz (2009): “El capitalismo avanzado, es una entidad de dos caras: por un lado, fomenta la incorporación de todos los grupos sociales al mercado amoroso, y crea así un espacio simbólico común muy poderoso, unificado por las esferas del consumo y, por otro lado, fragmenta a las clases sociales en grupos cada vez más reducidos, segmentados por su estilo de vida o sus modos de consumo”.