Una epidemia de violencia
Cada que recibo la noticia de un tiroteo en una escuela, me vienen a la mente los hechos ocurridos en la primaria de Sandy Hook en Newtown, Connecticut. Absolutamente nada cambió después de la masacre de 20 niños entre 6 y 7 años a manos de un joven con acceso a un arma de alto calibre y docenas de cartuchos. Desde entonces he perdido la esperanza de que el gobierno de Estados Unidos logre implementar controles más eficaces para el manejo de armas.
Cada año se registran 130 mil homicidios con arma de fuego en Estados Unidos, lo cual significa que en promedio 96 personas mueren diario en este tipo de incidentes, entre los cuales seis son niños o adolescentes. Por cada persona que muere al menos dos más resultan heridas y la tasa de homicidios con armas de fuego supera por 25 veces el promedio de otros países desarrollados.
Estados Unidos sufre una epidemia de violencia y, en vez de trabajar para encontrar la cura, sus gobernantes bloquean cualquier iniciativa que busque terminar o al menos mitigar este mal. La Asociación Nacional del Rifle se ha convertido en la organización más poderosa en el país, a través de la influencia que ha comprado entre la clase política.
Las armas de fuego son el único producto de consumo en Estados Unidos que se comercializa sin medidas exhaustivas de seguridad. De hecho, todavía es posible comprar un arma como la AR-15 que se ha utilizado en la mayoría de los tiroteos masivos sin ser sometido a una revisión de antecedentes penales.
Ayer, al menos 17 personas murieron en otro tiroteo en una escuela secundaria de Parkland, Florida. El sospechoso fue detenido e identificado como Nicolas Cruz, de 19 años. Las autoridades confirmaron que fue alumno de la escuela y que había sido expulsado por mala conducta. Cruz llegó a la escuela este miércoles con una máscara de gas y granadas de humo. De inmediato activó la alarma de incendios para que los niños salieran de las aulas.
La reacción fue la de siempre, pensamientos y oraciones para las víctimas, una gran cobertura mediática y el tibio intento de algunos sectores de reavivar el debate sobre la compra y tenencia de armas de alto calibre en este país. Es el guión que los estadunidenses siguen para normalizar la tragedia. La realidad es que este debate terminó hace muchos años, el día en que el país quedó cruzado de brazos ante la masacre de sus niños en Sandy Hook.