Mujeres y el marketing político
Cada vez que me reúno con universitarios, gano. Me voy con preguntas que, por sí mismas, enriquecen mi contexto político, desvelan parte de su sentir, pensar; desnudan emociones con respecto a un hecho o caso que infiere o transgrede en el ámbito nacional y que para mí es “data”, información de alto valor.
Después de mi conferencia de ayer, “La presidenta, marketing político y mujeres”, me quedo agradecido con un buen sabor de boca de los estudiantes del Tec de Monterrey campus Puebla; interesados en saber qué hay detrás de los ataques entre partidos, de la guerra sucia contra AMLO y del uso de instituciones del Estado en contra de Anaya. ¿Cómo leer entre líneas en este caótico proceso lleno de calumnias aderezadas con verdades a medias? Publicaciones en redes y en medios cuyo origen es la posverdad, eso que aceptamos como cierto sólo porque lo creemos y no porque lo sabemos, ignorando evidencias, hechos y registros serios.
Mi conferencia se enfoca en la propaganda política para mujeres y cómo en México la desarrollan e implementan de manera errónea, resaltando que el valor más importante de la candidata es el hecho natural e involuntario de ser mujer, dejando en segundo término su preparación, experiencia y aptitudes.
La campaña de Josefina Vázquez Mota (hace casi seis años) es el mejor ejemplo que expongo de lo que no debes hacer o implementar en una estrategia de marketing político para mujeres, donde el hecho de ser mujer no es argumento de promoción electoral (no debe serlo). Como el hecho de ser hombre, es lo mismo. La construcción biológica no es una cualidad, sólo “es”. La destreza de la candidata o candidato dependen de su instrucción, experiencia, intelecto, creatividad y madurez.
Al concluir la conferencia surgen todo tipo de preguntas, desde cómo impulsar y defender los espacios para la mujer (en lo político, social y laboral) hasta la inquietud de que una candidata sea la esposa de un recién ex mandatario que, naturalmente, la pone en desventaja al neutralizar sus virtudes por el simple hecho de ser la pareja de un ex líder o jefe de Estado y con ello arrastrar sus “demonios”.
Opositores y ciudadanos ponen en duda al probable gobierno que ella encabece ante los conflictos de interés (innumerables) que habrían de darse. Y ojo, no por el hecho de ser mujer. Si el candidato fuera marido de una ex mandataria, la ecuación es similar: el fantasma de la continuidad y de los compromisos “pendientes” tendrían que salir a la luz, esto es “veneno” para la campaña, argumento apetitoso para los adversarios.
Una campaña política (y su estrategia) no es sencilla, sobre todo para una mujer en América Latina y es más complicada aún si contiende bajo la sombra del marido ex mandatario. Debe enfrentarse a los obstáculos naturales del proceso electoral, a la cultura machista que aún respira y a los desaciertos del cónyuge.
El marketing político no es “gusto”, es ciencia.