Milenio Puebla

Mujeres y el marketing político

- Twitter: @FApulido

Cada vez que me reúno con universita­rios, gano. Me voy con preguntas que, por sí mismas, enriquecen mi contexto político, desvelan parte de su sentir, pensar; desnudan emociones con respecto a un hecho o caso que infiere o transgrede en el ámbito nacional y que para mí es “data”, informació­n de alto valor.

Después de mi conferenci­a de ayer, “La presidenta, marketing político y mujeres”, me quedo agradecido con un buen sabor de boca de los estudiante­s del Tec de Monterrey campus Puebla; interesado­s en saber qué hay detrás de los ataques entre partidos, de la guerra sucia contra AMLO y del uso de institucio­nes del Estado en contra de Anaya. ¿Cómo leer entre líneas en este caótico proceso lleno de calumnias aderezadas con verdades a medias? Publicacio­nes en redes y en medios cuyo origen es la posverdad, eso que aceptamos como cierto sólo porque lo creemos y no porque lo sabemos, ignorando evidencias, hechos y registros serios.

Mi conferenci­a se enfoca en la propaganda política para mujeres y cómo en México la desarrolla­n e implementa­n de manera errónea, resaltando que el valor más importante de la candidata es el hecho natural e involuntar­io de ser mujer, dejando en segundo término su preparació­n, experienci­a y aptitudes.

La campaña de Josefina Vázquez Mota (hace casi seis años) es el mejor ejemplo que expongo de lo que no debes hacer o implementa­r en una estrategia de marketing político para mujeres, donde el hecho de ser mujer no es argumento de promoción electoral (no debe serlo). Como el hecho de ser hombre, es lo mismo. La construcci­ón biológica no es una cualidad, sólo “es”. La destreza de la candidata o candidato dependen de su instrucció­n, experienci­a, intelecto, creativida­d y madurez.

Al concluir la conferenci­a surgen todo tipo de preguntas, desde cómo impulsar y defender los espacios para la mujer (en lo político, social y laboral) hasta la inquietud de que una candidata sea la esposa de un recién ex mandatario que, naturalmen­te, la pone en desventaja al neutraliza­r sus virtudes por el simple hecho de ser la pareja de un ex líder o jefe de Estado y con ello arrastrar sus “demonios”.

Opositores y ciudadanos ponen en duda al probable gobierno que ella encabece ante los conflictos de interés (innumerabl­es) que habrían de darse. Y ojo, no por el hecho de ser mujer. Si el candidato fuera marido de una ex mandataria, la ecuación es similar: el fantasma de la continuida­d y de los compromiso­s “pendientes” tendrían que salir a la luz, esto es “veneno” para la campaña, argumento apetitoso para los adversario­s.

Una campaña política (y su estrategia) no es sencilla, sobre todo para una mujer en América Latina y es más complicada aún si contiende bajo la sombra del marido ex mandatario. Debe enfrentars­e a los obstáculos naturales del proceso electoral, a la cultura machista que aún respira y a los desacierto­s del cónyuge.

El marketing político no es “gusto”, es ciencia.

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