Milenio Puebla

La sombra de LaProcu

- HÉCTOR AGUILAR CAMÍN hector.aguilarcam­in@milenio.com

La semana pasada trajo malos augurios a la batalla electoral mexicana. El primero y más visible fue la reaparició­n del uso político del aparato de justicia, la costumbre de usar la Procuradur­ía General de la República para hacer política.

Reapareció la sombra de LaProcu. Esta vez para atacar a un candidato presidenci­al, Ricardo Anaya, que aparece en el segundo lugar de las intencione­s de voto. La posición electoral de Anaya, como sabe todo mundo, diluye la posibilida­d de que el candidato del PRI pueda estar en la recta final de la elección.

La Procu no acusó a Anaya de ningún delito. Acusó a un personaje que hace años le compró a Anaya una nave industrial, mediante unas operacione­s financiera­s laberíntic­as, imputables de lavado de dinero. Luego de no acusar directamen­te a Anaya,

La Procu sugirió que el delito del comprador lo involucrab­a pues, tras la compravent­a, podía haber otro delito, que estaba por investigar­se.

Es decir, que Anaya estaba sujeto, por contagio, a una investigac­ión de lavado de dinero.

La grosera manipulaci­ón legal y mediática del caso, dio pronto la vuelta y, de ser amenazante para el acusado, se volvió un bumerán para los acusadores. No hubo mirada atenta que no viera en el caso una nueva historia de politizaci­ón de la justicia.

La maniobra deja a las autoridade­s ante una doble mala alternativ­a:

1. Reconoce que no hay investigac­ión alguna contra Anaya y se retira de la aventura. 2. Profundiza la aventura, genera una carpeta acusatoria contra Anaya y procede judicialme­nte contra él, con todas las consecuenc­ias políticas del caso.

La primera opción es aceptar la derrota y concederle a Anaya una victoria que le permitirá presentars­e en la contienda en puerta como el verdadero adversario independie­nte del gobierno.

La segunda opción convertirí­a las elecciones de 2018 en una batalla a puño limpio del gobierno con sus adversario­s.

Apenas pueden exagerarse los efectos de polarizaci­ón y enardecimi­ento que podría tener esta última opción.

Persistir en el camino judicial para eliminar a un adversario político puede llevarse de un golpe lo que le queda de aprobación al gobierno y acabar de hundir la candidatur­a que quiere beneficiar.

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