¿ Adicción a sufrir?
Aunque las adicciones son una enfermedad clínicamente y científicamente definidas, la palabra suele utilizarse indiscriminadamente en algunas otras conductas que no tienen un aval médico para catalogarse como patologías, aunque la forma compulsiva y tóxica con sus consecuencias negativas ha hecho que se aplique en otras circunstancias de nuestro idioma.
En días pasados escuché justamente la frase: “Es que eres adicto al sufrimiento”. Seguramente la mención hacía referencia “coloquialmente” a la proclividad de una persona a sufrir “por gusto”, a dramatizar o a tener un comportamiento de víctima ante los demás y ante su propia existencia.
Como si fuera tema de moda, fui testigo también en una plática entre dos amigas en ocasión de que una de ellas había terminado con el novio. “No vale la pena derramar ni una lágrima por un hombre”, decía una de ellas, “a menos que quieras hacerte adicta a él y te encante seguir sufriendo”.
Para muchas personas, dar por terminada una relación, vivir un duelo sereno y cerrar un ciclo es algo tan normal que no entienden cómo hay gente que sí sufra ante estas circunstancias.
En términos clínicos hay algunos tipos de trastornos de la personalidad, como la dependencia emocional o las personas limítrofes, algunas de cuyas características son justo el apego afectivo a otros y el miedo a la soledad, el abandono o el rechazo, parecido a quienes viven una codependencia en las relaciones de pareja, para quienes la ruptura o la separación es todo un tema que muchas veces requiere apoyo terapéutico.
En estos casos, aunque clínicamente no está autorizado el término adicción, los síntomas que vive la persona son muy parecidos a la dependencia a una sustancia química. Suelen tener episodios de negación, de minimización y un deseo obsesivo por controlar la situación que llega muchas veces a extremos destructivos y cuando finalmente viene la ruptura, se viven signos emocionales, mentales y físicos similares al síndrome de abstinencia en las drogas, con sus respectivas recaídas y muchas veces se vuelven círculos viciosos interminables.
Me parece que estas personas lo que menos necesitan son los consejos amistosos como “échale ganas”, “tienes que ser fuerte”, “es por tu bien”, “ya verás que pronto te estarás riendo” y cualquiera más que usted mi querido lector y yo, hayamos escuchado.
Lo que necesitan quienes viven esa circunstancia en primer lugar es comprensión y empatía, respeto a su estar y, de ser posible, acompañamiento terapéutico que les haga entender su estado y les brinde las herramientas para vivir un duelo de forma saludable y la entereza para aprender a construir relaciones sanas en todos los aspectos de su vida.
Nadie por elección propia desea sufrir, nadie es partidario de tener relaciones de “pégame pero no me dejes”. Al igual que la drogadicción, hay una solución y el primer paso es pedir ayuda.
Se requiere recuperar la autoestima, construir una personalidad emocionalmente estable y tener las herramientas para entender sus heridas y poder superarlas.