Milenio Puebla

Álvaro Cueva Crítica a The Handmaid’s Tale

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H ace muchos años vi una película del director alemán Volker Schlöndorf­f que me marcó. Se llamaba El cuento de la

doncella, trataba sobre las mujeres en el futuro y se me quedó muy grabada porque era particular­mente fuerte, dura, perversa.

¡Quién me iba a decir que varias décadas después esta historia se iba a convertir en una de las mejores series de televisión de todos los tiempos!

Así como se lo estoy diciendo: de todos los tiempos.

Por supuesto, le estoy hablando de The Handmaid’s Tale (El cuento de la criada) la superprodu­cción de Hulu y MGM que se estrenó el año pasado en Estados Unidos y que se lanzó aquí hace como tres o cuatro semanas en Paramount Channel.

No sabe usted el tamaño de obra maestra que es la temporada uno de este proyecto.

La película de Schlöndorf­f no es nada al lado de este monumento a la ficción, al suspenso y al dramatismo.

Pocas veces en mi vida he visto algo tan hermoso. Aquí es donde uno dice: sí, la televisión también es arte.

Y si el arte puede cambiar al mundo, esta serie nos puede cambiar. No solo se la recomiendo, le ruego que la busque, que la mire y que la discuta.

Es para adultos pero, sobre todo, para mujeres. Yo la amo porque a pesar de todo lo que se dice en la industria sobre las mujeres empoderada­s, hay muy pocas series femeninas.

El cuento de la criada es LA GRAN SERIE FEMENINA. Así, en mayúsculas. ¿Se acuerda usted de Breaking Bad? Estamos de acuerdo en que es lo máximo, ¿verdad? Bueno pues The Handmaid’s Tale es para las mujeres lo que

Breaking Bad para los hombres. De este tamaño de joya es esta serie de televisión donde usted va a encontrar productore­s, directores y talentos de títulos tan memorables como Mad Men,Vikings, Queeras Folk, Penny Dreadful, The Tudors, Fargo y The L Word.

¿Qué es esto? ¿De qué trata? ¿De qué tipo de serie de televisión estamos hablando? ¿Por qué hay que verla?

No le voy a dar muchos detalles para no arruinarle la experienci­a de descubrir esta magnífica historia de la famosa autora feminista Margaret Atwood (La mujer comestible).

Pero está llena de verdad, de poesía, tiene un valor simbólico profundísi­mo y jamás le dejaré de aplaudir a los muchísimos adaptadore­s que convirtier­on esto en televisión porque lo llevaron a otro nivel.

Todo lo que sucede aquí, que si yo se lo contara usted rechazaría de inmediato por exagerado, se vuelve ciento por ciento creíble.

No hay manera de ver este espectácul­o y de no identifica­rse con esos personajes, con esas mujeres, con esos hombres.

No hay manera de verla y de no entender que nos podría pasar. Y utilizo la palabra nos porque México forma parte de El cuento de la criada.

Además, qué inteligenc­ia la de los creadores de esta serie porque, sin caer en el melodrama y con una admirable economía de lenguaje nos pegan directo en el alma con el conflicto favorito de las audiencias latinas: los hijos, la familia.

Son sólo 10 capítulos de una hora pero uno todo el tiempo está pegado a la pantalla viajando de una emoción a otra, recibiendo informació­n, asimilando revelacion­es, entendiend­o qué fue lo que pasó, participan­do, buscando soluciones.

Amo The Handmaid’s Tale porque a pesar de todo lo que hay en todas las pantallas que integran la industria de la televisión a escala nacional e internacio­nal, no existe nada igual.

Ahora sí que esto es ciento por ciento diferente y no quepo en mí de las situacione­s tan terribles que viven estos personajes tanto en lo físico como en lo emocional.

¿Pero sabe qué es lo mejor de todo?

Que a pesar de esa oscuridad tan terrible, El cuento de la criada es un canto a la esperanza, una invitación a la transforma­ción, un recordator­io de lo que todos los seres humanos llevamos dentro sin importar nuestro sexo, nuestro color, nuestra orientació­n sexual, nuestra nacionalid­ad o nuestra religión.

Quiero pedirle perdón a los directores de arte, a los musicaliza­dores, a los fotógrafos, a los directores de escena, a los diseñadore­s de vestuario, a los editores, a los escritores, a los iluminador­es, a los productore­s de todo tipo y en general al elenco de este proyecto por no poderlos mencionar celebrando lo que hicieron.

No hay espacio suficiente en esta columna pero todos hacen algo poderosísi­mo.

Escoja la escena que quiera del capítulo que se le antoje e invariable­mente encontrará elementos para hacer fiesta porque cada detalle, desde la respiració­n de los actores hasta la luz que entra por la ventana pasando por el polvo, la frase, la lágrima, el acorde, la cofia, el encuadre, el mueble y todo lo demás, nos dice algo.

Por lo que más quiera en la vida, luche por ver la primera temporada de The Handmaid’s Tale.

La temporada dos está a nada de estrenarse en Estados Unidos y yo creo que me voy a aventar el viaje solo para verla. ¡Qué bendición! ¿O usted qué opina? PRINTED AND DISTRIBUTE­D BY PRESSREADE­R PressReade­r.com +1 604 278 4604

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