Mariela Solís Hagamos que las cosas sucedan
Tomarse un café, tomar un respiro y alejarse un rato del ajetreo del día parecen buenas alternativas en un ambiente tan saturado de noticias sobre los partidos, los políticos y los candidatos. Es entendible. A partir de este viernes, inician las campañas electorales y con ellas un interesante ejercicio social que no precisamente se vive en los círculos rojos. Me ha tocado ser testigo de esta apertura: soy mujer, soy joven, soy madre, fui servidora pública, presido una organización no gubernamental y ahora soy candidata. La ciudadanización y socialización de la política está más viva que nunca y esto también causa un desgaste social visible.
¿Podríamos imaginar a nuestros padres o abuelos discutir abiertamente sus diferencias ideológicas o políticas? Posiblemente sí; sin embargo, en esos tiempos las diferencias se centraban en utópicos escenarios en el que el candidato oficial, por alguna circunstancia, no llegaba al poder: a la alcaldía, a la diputación, a la gubernatura o a la presidencia, no había mucha opción o mucha diversidad. El mismo hombre, de clase alta, encumbrado por estructuras oscuras y con muchas facturas políticas por pagar, siempre llegaba al poder. Nuestros padres y abuelos solo podían estar a favor o en contra, sin que esto representara mucha diferencia al momento de llegar a las urnas.
Ahora, los jóvenes tienen posturas distintas a sus padres, las mujeres a sus parejas, los religiosos, los que esperan demasiado sin ofrecer mucho a cambio. Todos tienen la oportunidad de ver representadas sus ideas en una figura. Si esto no es así, tenemos la oportunidad de disentir, de levantar la mano y la voz, de participar, de observar y de exigir rendición de cuentas. Finalmente, saturados o cansados de esperar un cambio que no llega, tenemos muchísima más posibilidad de generar cambios que las generaciones que nos antecedieron.
Y no, no creo que estas campañas puedan estar libres de la guerra sucia, de los malos perfiles, de las propuestas o figuras que nos llevan hacia atrás, en lugar de hacia adelante; pero creo que estamos mejor preparados e informados para participar con mejores argumentos y caminar más. Se nos exigirá más y eso es algo tremendamente importante para generaciones como la nuestra y para generaciones que nos dieron la posibilidad de elegir, como la de nuestros padres y hermanos. La gente ya no se queda callada ante los candidatos por sus pecados del pasado, ya no vota de acuerdo a una estructura que le dice cómo votar “o si no, ya no llegará el apoyo”; sino que ahora tendremos que exigirnos más y cuidar mejor nuestros actos, nuestras palabras, nuestros ideales.
Pertenezco a una generación de jóvenes que no solo observa y critica la política y al sistema de partidos como un rasgo generacional, sino que se involucra, participa y tiene la voluntad de estar en desacuerdo, porque eso genera diálogo y el diálogo nos lleva a mejores propuestas que resultan en políticas públicas mejor planeadas.
Eso sí es una razón para involucrarse, a eso los invito. A que nos conozcan, a que podamos dialogar con respeto, incluso en las diferencias, a generar redes y consensos que trasciendan el 1 de julio, para que sean ustedes quienes se adueñen de la elección. Esta es la verdadera participación ciudadana, la democracia llevada a la cotidianeidad. Tomemos un café juntos, caminemos juntos, hagamos que las cosas sucedan. Podemos empezar a platicar en www.twitter. com/_marielasolis.