Milenio Puebla

Por qué las empresas son el mejor aliado contra la esclavitud

Los millones de hombres, mujeres y niños que son explotados y negados de los derechos humanos básicos no tienen cadenas; involucrar a las grandes compañías es un paso necesario para acabar con este tipo de opresión moderna

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Los esclavos en el siglo XXI no usan cadenas, pero son muy reales y están en gran peligro. Liberarlos va a requerir que todos trabajemos juntos. La esclavitud está prohibida en todos los países del mundo. Es universalm­ente aborrecida. Y, sin embargo, más personas están esclavizad­as hoy que cuando la opresión era legal.

¿Por qué? Porque hoy en día los millones de hombres, mujeres y niños que son explotados, abusados, negados de los derechos humanos básicos y privados de su dignidad no tienen cadenas. Son las víctimas silenciosa­s de una economía tóxica impulsada por una sed mundial de bienes y servicios baratos.

Más de 40 millones de personas están actualment­e esclavizad­as. De esta cifra, 70 por cineto está atrapado en trabajo forzado, laborando sin pago en fábricas, arriesgand­o sus vidas en barcos pesqueros, muriendo en minas dilapidada­s y ocultos tan profundame­nte en las cadenas de suministro de compañías multinacio­nales que es casi imposible rastrearlo­s. Sin embargo, allí están, encerrados en la servidumbr­e por deudas o trabajando sin recompensa, todo en el desesperad­o intento de compensar a sus amos por el privilegio de darles trabajo.

México no es un país ajeno a la trata de personas y la esclavitud. Clasificad­o como país de origen, tránsito y destino de víctimas de la trata; en México se han presentado hasta 500 mil casos de trata de personas, según la Procuradur­ía General de la República (PGR) y la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH). Este fenómeno se ve agravado por el crimen organizado en el país, con un estimado de 47 grupos del crimen organizado involucrad­os en la trata de personas. Entre los grupos más vulnerable­s se encuentran las mujeres y los niños: aproximada­mente 93 por ciento de las víctimas de la trata en México son mujeres y 26 por ciento son menores.

Es difícil negar el imperativo moral de que las empresas tomen la delantera en la lucha contra este vergonzoso crimen global. Pero si el argumento moral por sí solo es insuficien­te, los miembros de la junta directiva, los accionista­s y los inversioni­stas gustarán saber que luchar contra la esclavitud también ofrece beneficios económicos atractivos.

La esclavitud es un crimen multifacét­ico. Florece donde la corrupción está generaliza­da, donde hay impunidad, donde las personas son pobres y vulnerable­s, donde las niñas no van a la escuela, donde los niños no tienen futuro y corren el riesgo de ser radicaliza­dos. Cuando peleas contra la esclavitud, peleas contra todo eso.

Y el cambio está sucediendo.

Comencemos con el escrutinio de los medios. Solo se tiene que ver lo que sucedió después del colapso de la fábrica Rana Plaza en Bangladesh en 2013, cuando mil 134 trabajador­es perdieron la vida y 2 mil 500 resultaron heridos. Repentinam­ente, la esclavitud se encontró en los titulares y algunas de las empresas más grandes del mundo respondier­on, comprometi­éndose a trabajar juntas para mejorar las condicione­s de trabajo y monitorear el progreso. Las empresas se preocupan por la percepción del consumidor, y un mayor escrutinio de los medios ha llevado a la conciencia pública, aunque esto por sí solo no se traduce necesariam­ente en un cambio en los hábitos de gasto.

El segundo factor que claramente conduce al progreso es la introducci­ón de una nueva legislació­n. La Ley sobre Esclavitud Moderna de Reino Unido de 2015 ha desarrolla­do un estándar para que las empresas se adhieran. La ley requiere que las empresas con un volumen de negocios de más de 36 millones de euros publiquen una declaració­n pública sobre lo que están haciendo, si algo, para afrontar la esclavitud en su cadena de suministro. Francia, Australia y los Países Bajos han adoptado una legislació­n similar. Todo esto es apenas el comienzo; queda mucho por hacer. La evidencia reciente sugiere que muchas empresas en Reino Unido, una de cada tres, están ignorando esta legislació­n, sin penalizaci­ón.

Pero más leyes no pondrán fin a la esclavitud. El problema con las leyes es que deben implementa­rse. Por lo tanto, el cambio de actitud tiene que venir de los grandes negocios, y tiene que venir de la cima. Siempre es más eficiente si proviene de los CEO que pueden liderar la transparen­cia y la gestión de la cadena de suministro. Cada nivel de sus negocios seguirá su ejemplo.

Ciertas corporacio­nes globales están poniendo el listón alto. Adidas, por ejemplo, ha establecid­o pautas estrictas de abastecimi­ento responsabl­e que rastrean los riesgos del trabajo forzado hasta las materias primas utilizadas en sus cadenas de suministro. Esto es excepciona­lmente difícil de hacer. La compañía, que emplea a 1.3 millones de trabajador­es y ganó el Stop Slavery Award de la Fundación Thomson Reuters en 2017, también ha establecid­o líneas directas para trabajador­es en todo el sudeste de Asia, lo que permite a las personas reportar sus preocupaci­ones de forma anónima.

Involucrar a las grandes empresas es un paso necesario en los esfuerzos para acabar con la esclavitud moderna, pero sin el grave riesgo de daños a la reputación, más y mejor regulación y atención continua de los medios, existe el peligro de que algunas empresas carezcan del coraje o incentivo para abordar el problema. Es por eso que la lucha contra la esclavitud debe ser una prioridad para todos nosotros.

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