Los 90 días de Margarita Zavala
Margarita Zavala no va a ganar la elección del 1 de julio.
Lo sabe ella, lo sabe su equipo, lo saben sus contrincantes, lo sabemos todos.
Si esta elección termina siendo una de qué tipo de cambio, pues ella, el calderonismo, no es cambio alguno. Si es cambio contra continuidad, pues José Antonio Meade tiene el aparato y los partidos para opacarla.
Se debe reconocer en Margarita a una mujer dedicada a la política desde hace muchos años con eficiencia y honestidad, cercana a la gente, que cuando le tocó ser primera dama no lo hizo solo con discreción y elegancia, sino que eligió un par de proyectos a los que dedicó el alma y consiguió buenos resultados.
Debe haber una parte liberadora de estar en una contienda cuando se sabe que uno no va a ganar. De entrada, sus adversarios no solo no la atacarán, ya hemos visto las gentilezas de Meade, ayer una especie de disculpa de Anaya, y hasta López Obrador ha medido sus palabras respecto a ella en las últimas semanas, sino que, en un escenario de voto útil, todos querrán la parte de sus simpatizantes que no quiera depositar en la boleta un voto que no decida. Eso, de alguna manera, la pone en una posición privilegiada. Eso no quiere decir que no tenga riesgos. Puede ser, si la candidatura prende, y prende de tal manera que lleva muchos electores sin partido, dinero o estructura a la urna y supera, digamos, los cinco puntos, que en una elección cerrada se vuelvan la clave para hacer presidente a Andrés Manuel López Obrador, el enemigo histórico de Felipe Calderón y, sí, de ella también y del proyecto que representaron en 2006. Eso, de suceder, supongo que pesará para siempre.
Puede también correr el riesgo de, ya sea porque la elección se polariza, o porque su campaña no prende, lograr un resultado triste, alrededor de 2 por ciento, que termine siendo la nada. Y se habrá quedado sin partido y sin mucho futuro.
Tal vez la apuesta, y el mejor escenario de Margarita, sea que, con un resultado decente para su circunstancia, y dada la crisis de los tres partidos de la transición (leer a Fernando Escalante ayer aquí en MILENIO), tenga la fuerza y los seguidores para comenzar a construir una nueva fuerza política clasemediera, hacia la derecha, conservadora, que el Frente ha diluido y que no tiene pocos votantes en México.
Claro, eso tardará mucho más que 90 días.