Trump desde el futuro
Vaya lío al que se enfrentará el historiador del futuro cuando deba acometer el periodo de gobierno de Donald Trump, sea el actual, sea un hipotético segundo mandato. Más problema tendrá el experto en ciencia política para clasificar en alguna tabla lo que hoy está pasando en Estados Unidos y que pronto, en menos de dos años, se ha convertido en una constante que todos ven con la naturalidad de la salida del sol cada mañana.
Será difícil explicarse que solo 20 años atrás un presidente, Bill Clinton, estuvo a las puertas del juicio político por un escándalo sexual, el de Monica Lewinsky, aunque la economía estadunidense viviera un gran mejor momento con tasa cero de desempleo, mientras que Trump, protagonista de varios episodios de discriminación, violencia de género y prostitución, sea videograbado o por testimonio de sus acompañantes, prosigue su gestión mirando a repetir en la Casa Blanca mientras cada día surgen más casos que la opinión pública atiende con la naturalidad, decía, del alba.
Ahora imagine usted el problema para el investigador que se interese por la relación de aquella nación con México. No porque falten desaires y agravios de los gringos en otros momentos de la historia. Vaya que abundan. Y no porque no se reconozca, en derecho, que hay un tráfico inmenso de drogas, una entrada masiva ilegal de migrantes todos los días y una tasa de delitos cometida por indocumentados. Entendidos los extremos, la batida del magnate contra México, desde sus primeros dichos como aspirante a la candidatura republicana y su visita a Los Pinos, invitado por Enrique Peña Nieto, hasta los tuits de esta semana, ha sido incesante, racista, primitiva.
Peña argumentó que había invitado a Trump por la sencilla razón de que podía ganar la elección. Una vez que se consumó la victoria, pese al desencuentro que representó la famosa cita en Los Pinos, el estadunidense se dedicó a golpear a México al tiempo que alababa a su presidente. No hubo respuesta a la altura hasta ayer, cuando después de dos días de agresiones y amenazas, el Ejecutivo mandó al gringo a descargar sus frustraciones en su país, no aquí, en un discurso con el que, además, hizo carambola de tres bandas retomando las condenas de los aspirantes a sucederlo. Hasta AMLO le aplaudió.
Qué difícil será, ya lo es, procesar todo esto en el futuro.