Milenio Puebla

Que él, se ganó su idolatría invitándol­os a Cuba para que lo vieran esnifar cocaína y quedarse en bolas entre cubanas asqueadas

Leonel, con amigos menores

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Leonel Globo Andrade murió de un derrame cerebral el 3 de abril a las ocho de la mañana en la regadera de su departamen­to en Francisco Sosa. Tenía 38. Su última década transcurri­ó entre cocaína y continuos viajes a Cuba en los que se entregaba al Y justificar así, como si de un deporte se tratara, siete u ocho días en la isla de pagar a mujeres, algunas menores de edad, por tener sexo era algo que lo llenaba de orgullo. sus amigos más antiguos se han reunido en un bar de Coyoacán para asimilar su muerte, es así como recuerdan a Leonel: niño… un niño raro que conseguía atención a través del asco; reunía a sus compañeros en el recreo para mostrarles cómo un caracol avanzaba lentamente sobre su lengua antes de comenzar a masticarlo. Salvo estos episodios de crueldad que les provocaban rechazo, Alexis y Luis Alberto entablaron con él —por medio del futbol, del coleccioni­smo de estampas, de compartir travesuras y correrías en las calles de misma colonia (Del Carmen)— una entrañable amistad que durante la adolescenc­ia se convirtió en idolatría —le reconocían, por ejemplo, que en una fiesta multitudin­aria se paseara desnudo entre las mesas con una botella de güisqui cubriéndol­e el pene— y luego, cuando entraron en la universida­d y Leonel seguía —a los 22 y 25— haciendo lo mismo, la amistad decayó hasta el olvido.

Globo, treintón y repudiado, consiguió nuevos amigos 10 o 13 años más chicos cuya idolatría se la ganó invitándol­os a Cuba para que lo vieran —cada vez más calvo, cada vez más violento, cada vez más gordo— esnifar cocaína y quedarse en bolas entre cubanas asqueadas.

Ahora Alexis y Luis Alberto beben mezcal y recuerdan la última vez que los tres se reunieron: en el departamen­to de Globo, en Francisco Sosa, el 21 de febrero. Esa noche, cosa insólita, les dijo que se sentía cansado y que no quería ir a Cuba en marzo. Luis Alberto le dijo: pues Leonel, si no quieres no vayas, y él le respondió: nomames, wey,soyelGlobo,pendejo. Entonces quedó tan claro que ese ridículo hombre profundame­nte cobarde había sido sin remedio devorado por su personaje de la preparator­ia: el salvaje-incansable- cínico- soezimpúdi­co gordito desmadroso que le dice sí a todo. Alexis levanta su caballito y murmura: pinche Globito, hijo de tu chingadísi­ma madre, y deja escurrir hasta el suelo unas gotas de mezcal, como si debajo de la tierra estuviera su amigo muerto listo para lamerlas.

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