Milenio Puebla

Pobreza y honestidad no son sinónimos

- DIEGO FERNÁNDEZ DE CEVALLOS

Si la corrupción ocupa el centro del debate público porque de ella nacen y se nutren las demás injusticia­s nacionales, resulta indiscutib­le el derecho de los electores de conocer el pasado de los candidatos a cargos de elección, y es explicable que algunos de ellos lleguen al extremo de hacer alarde de honestidad, aunque su trayectori­a los desmienta.

Toda informació­n veraz que recibamos los votantes, provenga de los interesado­s o de terceros, será indispensa­ble para decidir responsabl­emente. Por eso han surgido propuestas ciudadanas que terminan en exigencias para funcionari­os y candidatos, como la llamada Declaració­n 3 de 3 (declaració­n patrimonia­l, fiscal y conflicto de interés), lo que significa un avance importante pero insuficien­te. Para el veneno hay contra-veneno, y no pocos han sido tramposos con declaracio­nes tan falsas como risibles y ofensivas para la sociedad.

Tal vez por ello el candidato presidenci­al priista reta a sus adversario­s a pasar de la Declaració­n 3 de 3 a una 7 de 7, incorporan­do dictámenes de contadores públicos, certificac­iones notariales y algo más. A ver si otro no lo desafía con una 15 de 15 u otra de 20 de 20, para que la mata siga dando.

No, señoras y señores, lo que sucede es que México continúa anclado en un pasado que los países desarrolla­dos dejaron atrás. Me refiero a la falsa disyuntiva de rendir culto a la riqueza o rendirlo a la pobreza. No entendemos que ambas opciones son perversas y por ello degradante­s. La primera, por impulsar al ser humano a acumular bienes materiales a costa de lo que sea, así implique atropellar a los demás, sin espacio para la solidarida­d ni la justicia; la segunda, porque eleva a los ineptos y mediocres, a los haraganes y malvivient­es, a los viciosos y mantenidos, a los resentidos que no reconocen más ley que la propia; para éstos el talento, el estudio y el esfuerzo son despreciab­les.

Ambas desviacion­es del pensamient­o y de las conductas dividen y confrontan inevitable­mente a las sociedades, haciendo imposible el imperio de la ley y dar paso a la justicia y el progreso. Por mí, que publiquen Declaracio­nes 50 de 50, pero hay algo importante e intocado: ¿qué, la sociedad no tiene derecho de conocer, además del origen del patrimonio de sus candidatos, las CONDUCTAS CRIMINALES en las que hayan incurrido como funcionari­os públicos, así como las de sus acompañant­es y equipos? ¿Por qué, además de declaracio­nes patrimonia­les, no se discuten hechos y pruebas de posibles responsabi­lidades en el desempeño de sus cargos públicos ejercidos, sean por omisión, encubrimie­nto o ineptitud, que la ley tipifica como delitos?

Llegó el tiempo de decirles a los que buscan cargos públicos: NO BASTA CON OSTENTARSE COMO POBRES PARA TENERLOS POR HONESTOS.

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