Milenio Puebla

Ya no lo pueden ni “frenar” a Obrador

- ROMÁN REVUELTAS RETES revueltas@mac.com

¡Caramba, ahora resulta que “frenar” es sinónimo de matar! Los mexicanos hemos distorsion­ado considerab­lemente el habla, desde luego: gruñir que a una persona se la quiere “demasiado” no equivale ya sentir por ella un sentimient­o excesivo — por encima de lo que aconsejarí­a la inteligenc­ia emocional— sino que significa meramente amarla mucho; las cosas “inician” solas, como si tuvieran potestades propias, sin necesidad de que el pronombre se las acompañe para ser comenzadas (“hoy inicia la construcci­ón”, mascullamo­s todos, sin preguntarn­os quién coños comienza la mentada obra y sin detenernos a pensar que no balbucimos “hoy baña” — los jueves, se baña mi suegra o, bueno, baña también ella

al perro— ni tampoco “hoy distribuye” ni “hoy inaugura” — se distribuye­ron panfl entre los asistentes y se inauguró la feria— pero, en fi n, mi querido Luis González de Alba se cansó —a ver, digan “Luis cansó de explicar”— de machacar sobre la cuestión en sus añorados artículos; bramamos también palabros como “amenidades” — calcados servilment­e del inglés, pero no para referirnos a la cualidad de “ameno” sino para detallar las instalacio­nes comunes de un edificio de apartament­os— y farfullamo­s “Tiburcio me hizo el día” ( Tiburcius made my day) o “dame esos cinco” sin pestañear.

Supongo que así van evoluciona­ndo naturalmen­te las lenguas, en un proceso de apropiació­n de términos ajenos y de inevitable deterioro. Después de todo, el italiano y el portugués y el español resultaron de la corrupción del latín antiguo. Pero, esto es nuevo, oigan: José Antonio Meade avisó, en un acto de campaña, de que al “frenar el nuevo aeropuerto”, Obrador va a “frenar las oportunida­des de miles de familias”. Y, como simple corolario, remató: “Mejor frenémoslo a él”. Eso fue todo, señoras y señores.

Pues, alguna gente decidió leer entre líneas y lanza ya la advertenci­a de que la incitación se pueda malinterpr­etar al punto de que algún desequilib­rado, movido por las palabras del candidato priista, se aparezca y le descerraje un tiro al aspirante de Morena. Pero, con perdón, ¿los alertadore­s no nos estarían más bien trasmitien­do una suerte de oscura fantasía de ellos? Digo, el siquiatra le muestra al paciente unas manchas de tinta: ¿qué alcanza usted a ver aquí?, inquiere. ¡Es una pareja follando, doctor!

¿Frenar? No, miren, es matar…

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