El debate de Ciudad de México: perdimos todos
Antenoche se llevó a cabo el primero de tres debates entre los siete candidatos a gobernar Ciudad de México. Un gran fracaso por donde se vea.
En primera, porque con siete aspirantes es muy difícil tener algún tipo de diálogo. Más cuando el formato era tan enredado que no permitió interacciones entre contendientes. En las pocas ocasiones que hubo acusaciones directas pasó tanto tiempo entre acusación y respuesta que el hilo se perdió.
En segunda, porque, para generar algún movimiento de encuestas, dada la separación de dos dígitos entre primer lugar —Claudia Sheinbaum— y los demás, los otros aspirantes debieron de haber jugado al todo o nada. Pero con un primer lugar que actuó como en conferencia de prensa y no en debate, nada pudieron hacer.
En tercera, porque muchas de las propuestas que se presentaron durante las dos horas de discusión son imposibles de cumplir. Ampliar tanto el Metro, por ejemplo. Mikel Arriola, sin anclaje alguno en la realidad, prometió construir 100 kilómetros de línea durante su gobierno. La red de Metro actual, de casi 50 años, tiene 226 kilómetros totales de longitud. Arriola dice que la expandirá casi 45% en tan solo seis años. Construir ese desastre que fue la Línea 12, de 20 kilómetros, tardó cuatro. Sin mencionar el costo de miles de millones de pesos.
Y en cuarta, porque Ciudad de México, desde 1997, ha sido gobernada por la misma corriente, al grado de que en tiempos recientes ha dejado de haber contrapesos serios en la capital. Por poner un ejemplo, Miguel Ángel Mancera, pésimo gobernante, fue electo con casi 64% de los votos. En seis años, salvo corrientes nacidas en el PRD, hoy en Morena, no ha habido nueva oposición. Una discusión seria entre aspirantes de distintas ideologías es un sueño y nada más.
En el debate de Ciudad de México perdieron los ciudadanos. Pocas propuestas, nulo intercambio y una oposición inexistente hicieron que, el ejercicio que vimos el miércoles resultara superfluo, cuando debió ser todo lo contrario.