Milenio Puebla

RADIO VIDA MOReD

- @moredilust­rador

Fly boy was in the buttermilk, hard, livin’ fast, livin’ large, 6 foot 4 and not an ounce of fat! When women asked, ‘is you a Cat?’ He said ‘I did more that that. I’m the firmest of the firm And in case you, hadn’t known, they call me ‘The Jackal’. The Quiet Revolution, Ronny Jordan Y o limpiaba el pasillo y escuché los gritos del director de la estación, tan violentos como rechinido de llanta.

-¡No Salinas, entiéndalo de una vez, no va su reportaje!

-Señor, con todo respeto, hemos seguido cuanta pista de este chacal; es importante que la gente, que nuestros radioescuc­has estén enterados.

-Es usted un terco, un necio, ¡no va! No es el tipo de informació­n que quiero en mis espacios noticiosos. La informació­n que damos va de la mano con el perfil de nuestros anunciante­s y, desde luego, con el espíritu de nuestro medio: “Radio Vida, la estación del bienestar”.

-Por eso señor, si nuestro lema está encaminado al bienestar, qué mejor que dar informació­n clara y oportuna sobre las zonas donde este asesino serial está atacando. Así, nuestros radioescuc­has podrán tomar las debidas precaucion­es y salvaguard­arse. Eso es bienestar.

Por un momento pareció que un razonamien­to había penetrado la barricada de ideas mercantile­s y conservado­ras del director. Éste se quedó viendo al infinito de su botella de Ron Bacardí a través de sus lentes de fondo de botella; algo segurament­e le había trastocado alguna de sus adineradas fibras emocionale­s. Respiró hondo, como queriendo dejar salir algún recuerdo chairo, volteó a ver las hojas impresas con la nota del chacal en cuestión y con la voz tranquila de estar haciendo lo correcto le dijo: “No, no va, salga por favor”.

Salinas salió de la oficina aquella, arrastrand­o un ánimo moribundo, sangrante, como la reciente víctima de “El Chacal”, asesino serial que en las últimas dos semanas, había crucificad­o la vida de quince personas.

Al entrar a la redacción, todos sus compañeros dirigieron su mirada a él y al chirrido de la puerta, más por la incomodad del ruidito y de las 20 peticiones a la administra­ción para arreglarla, que por saber la fortuna de su amigo en su visita a la oficina del director. Pronto, todos regresaron su mirada a sus monitores y sus notas descafeina­das de realidad.

Él se sentó en su silla oscurament­e institucio­nal, exhalando las negativas de la empresa por publicar esa nota.

Vivaldi tocó en medio de esa desazón, pronto entendió que era su celular retorciénd­ose en su escritorio pretendien­do

llamar su atención. -¿Bueno? Sí... Él habla ¿dónde?... ¿está segura?.... muy bien me lanzo para allá.

Salió corriendo de la estación y se perdió dos semáforos adelante.

Ya entrada la noche, los tacones de aguja de Rosalina, asistente del director, entraron sin tocar a su oficina, con esa autoridad que se gana después de guardar facturas de intimidad por más de tres décadas y cualquier cantidad de notas no deducibles de hijos no registrado­s ante la verdad.

El director con los ojos pegados en su vaso de ron del final de la jornada preguntó:

-¿Qué pasa Rosy? -Es Salinas señor, parece que trae algo importante - Otra vez ese cabrón. A ver, que pasehacien­do de su cabeza un péndulo, desaproban­do el día en que le dio el empleo. -A ver muchachito, ¿qué demonios traes? Ya te dije que esas notas no van por mi estación, ¿qué parte de no van no te queda claro? Con los ojos hundidos, la tez blanca, a punto de transparen­te le entrego un par de hojas impresas. -Señor, atraparon a “El Chacal”, lo acribillar­on dentro de una casa donde recién había asesinado todos sus integrante­s, menos al papá; ya lo están localizand­o. -¿Cómo entró a ese hogar “El Chacal”, Salinas? -Al parecer por la puerta principal señor, sin forzarla. -¿Con este loco suelto por la ciudad y no tuvieron la precaución de poner seguros? -Todo indica que no tenían ningún tipo de informació­n, escuchaban música; aquello fue una carnicería. El director sintió esas palabras como un reclamo, pero que pronto se resbalaron por su corbata hasta perderse en su zipper. -Bueno, pues fin de la historia, mañana temprano lo quiero en el Club de Industrial­es, van a entregar los premios de este año; cubra el evento por favor, de ahí siempre nos compran muchos espacios publicitar­ios. Salinas se retiró con su sombra por delante y abandonó la estación rumbo a la medianoche. El director tomó la nota y, sin palabra alguna, la llenó de archivo muerto entregándo­sela a su asistente, quien al pasarle los ojos por encima, gritó a punto del desmayo. -¡Señor, señor, la dirección de la familia masacrada, es su casa señor, es su casa! El director cayó en su silla con el peso de un infarto y su vista clavada en la incredulid­ad. “Radio Vida concluye transmisio­nes por el día de hoy, deseándole a usted y a los suyos un reparador sueño y bienestar”. Fin

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