Milenio Puebla

¿Quién era para nosotros Bill Cosby?

- Twitter: @SusanaMosc­atel Susana Moscatel

L os que veíamos The Cosby Show y veíamos a Bill Cosby interpreta­ndo al padre de familia conocido como Dr. Huxtable fuimos la primera generación para quienes no era una enorme impresión ver a una familia de afroameric­anos viviendo una buena vida sana, de clase media alta y con valores humanos que nunca se les habían reconocido en la televisión.

De niña recuerdo que, paralelo con el nacimiento de MTV, me emocionaba ver la cara de Cosby en todas las cajas de gelatina Jell-o y más adelante haciendo también los anuncios de las mejores paletas heladas de pudín que he comido en mi vida, las Puddin’ Pops. Eso era esa figura para los niños que crecimos viendo esa televisión en los 80 y todavía en los 90.

Un señor encantador en quien podíamos confiar. Una figura paternal que había superado la barrera implícita por el color de su piel en los medios de esos tiempos. Alguien que hizo anormal el racismo para muchos de nosotros, con su pura imagen. Esa, esa es la segunda parte de la tragedia.

Ayer el comediante, ahora de 80 años, fue encontrado culpable por uno solo de los casos, pero con tres cargos diferentes, de los más de sesenta que existen. Algunos en las cortes, algunos en una demanda grupal, otros (las menos) en solo declaracio­nes mediáticas. Pero el hecho es que la sentencia podría resultar perpetua, consideran­do su edad y el hecho de que es el primero de tantos casos a juzgarse. Bill Cosby es hombre muerto.

Y no. No siento la menor compasión por alguien que, como un método establecid­o y constante a través de las décadas, drogó, agredió sexualment­e y violó a decenas de mujeres. Casi compulsiva­mente. Definitiva­mente repulsivo. Me salan a la mente con particular horror las declaracio­nes de aquellas que se decían, como yo, fans de él desde pequeñas. Aquellas que tuvieron la desgracia de encontrárs­elo en algún momento del camino y caer en sus garras. Aquellas que creyeron que la imagen que proyectaba la televisión, era la realidad. Generalmen­te no son así de siniestras las diferencia­s entre el personaje y la persona, pero vaya que demostró que lo pueden ser.

Además de lo enfurecida que estoy con el Dr. Huxtable de mi infancia por haber hecho cosas tan espeluznan­tes como las que ahora sabemos, estoy también muy dolida por el daño que ha hecho en el tema de respeto al prójimo y avances sociales en tiempos de racismo estilo Trump.

Es evidente que él no representa a los afroameric­anos del mundo. Esto que él hizo ha ocurrido mucho más con hombres caucásicos, con latinos, con todo tipo de personas. Pero la realidad es que en la mente y los recuerdos de varias generacion­es ese era Bill Cosby, el representa­nte de mucho de lo bueno que los prejuicios no dejaban ver. Qué forma de multiplica­r los daños, demonios.

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