Buscado la belleza en los libros”
Las ediciones electrónicas no son “un arquetipo del progreso”, afirma en entrevista
Forma parte de la aristocracia española, incluso cuenta con un título nobiliario, conde de Siruela, pero no entiende por qué aún hay quien se dirige a él a partir de su ascendencia cuando, dice, más bien forma parte de la república de las letras.
Así ha sido, por lo menos, desde 1982, cuando Jacobo Siruela fundó Editorial Siruela, que bajo su mirada se convirtió en una de las más importantes en el ámbito iberoamericano, como también lo ha sido Atalanta, un sello mucho más pequeño y que se encargó de crear en 2005 y dirige todavía. “Empecé a editar porque me gustaba leer y dejé de editar porque… me gustaba leer. Cuando uno es editor y debe publicar 40 libros al año, pues uno está leyendo todo el rato libros para publicar, uno vuelve a ser un colegial que tiene continuos deberes. Cuando vendí Siruela quise volver a tener tiempo libre para leer, investigar, escribir, lo que antes ya no podía hacer, y a editar lo que quisiera, donde quisiera y como quisiera”.
De visita en México porque hoy recibirá la Medalla al Mérito Universidad Veracruzana, otorgada por la institución en el contexto de la Feria Internacional del Libro Universitario (FILU), Jacobo Siruela reconoce que siempre se mostró interesado en hacer libros bien hechos, bellos, cuidados en el papel y en la tipografía, que además fueran coherentes con el contenido. “Para mí esto es sumamente satisfactorio, porque la mayoría los libros que publicamos son ensayos y que una universidad tan prestigiosa, como la UV, te dé un premio, pues es satisfactorio. Prefiero mucho más este reconocimiento a que si me lo hubiera dado una feria del libro comercial. “Siempre he tratado de buscar la belleza en los libros. Creo que la lectura no es una obligación, es un placer y alguien debe de buscar ese placer del arte, de la literatura y del conocimiento, a través de un libro que, aparte de su contenido, sea un objeto agradable y genere placer”.
Para lograr lo anterior, tomó la decisión, al lado de su esposa, la también editora Inka Martí, de trasladarse al campo con todos los deberes y responsabilidades de Atalanta. Quizá sea la única editorial que no está en una ciudad, sino en el campo, donde encontró un aspecto bastante olvidado en la generaciones contemporáneas. “El silencio es algo muy importante para mí. Es más, uno se inadapta al ruido persistente de las ciudades, uno se acostumbra al silencio, que es una forma de vida más concentrada, más sencilla y, en el fondo, más sensible. Realmente es otra cualidad”. Cuando comenzó toda la polémica acerca del futuro del libro impreso ante los nuevos formatos de lectura, Jacobo Siruela fue de los pocos editores que, de manera enfática, anunció que no haría libro electrónico, pero no porque estuviera en contra porque sí, sino más bien por una razón política. “Varias multinacionales se iban a apoderar de la cultura, como Amazon o Google, lo que sería acabar con la diversidad que suponen las librerías o los libreros, ceder todo eso a multinacionales que gobernarían el panorama cultural. Siempre dije que el libro del siglo XXI es el real y sensual, no el electrónico. Me tacharon de reaccionario o de romántico y, fi nalmente, he tenido razón, el libro electrónico solamente es un negocio, un “Empecé a editar porque me gustaba leer y dejé de editar porque... me gustaba leer”. soporte útil que hay que utilizar, pero en ningún momento es un arquetipo ni del progreso ni del libro del futuro”.
La apuesta con Atalanta comenzó como un ejercicio de libertad y se mantiene como tal; al principio resultó difícil, pero ha salido bien, asegura Jacobo Siruela: solo se editan 10 libros al año, mas no pierde dinero.“No la hice con la idea de ganar dinero, sino con la de no perder dinero, un poco por el amor al libro, por llevar a cabo una experiencia editorial distinta, más personal, más privada y más acorde a mis intereses e inquietudes intelectuales”.
“Empezar de nuevo con Atalanta ha sido un reto importante”, cuenta, “incluso había gente que pensaba que la iba a tener difícil, me decían que todo estaba muy saturado y que no lo iba a conseguir, pero tuvimos suerte”, concluye el editor.
El tercer libro de su catálogo es LahistoriadeGenji, de Murasaki Shikibu, un volumen de más de mil páginas que cuenta la historia de una mujer del siglo XI que inventa la novela y lo hace gracias a la prohibición. “Y esta obra, tan distante en el tiempo y tan ajena a todo, tuvo un éxito extraordinario, vendimos alrededor de 20 mil ejemplares”, dice el editor, lo que para un sello que produce sus libros desde la tranquilidad del campo resulta extraordinario.