Milenio Puebla

Talleres literarios simulados

- Juan Gerardo Sampedro jgsampe@me.com

Me encuentro en una difícil etapa de recuperaci­ón de la memoria en la tarea que me asignó, sin darse cuenta, mi amigo Guillermo Samperio. Él dijo que muchas obras literarias, considerad­as marginales en su momento, se habían agotado y no habían vuelto a ver la luz, no se reeditaron jamás. Samperio visitaba lo que fue la Secretaría de Cultura del Estado para dar un taller de cuento y se alojaba en la Casa del Escritor Refugiado, ahí en la 5 Oriente, en el Centro Histórico. Entonces yo tenía a mi cargo la Dirección de Literatura (cuánta energía poseía) y lo llevaba a comer mole a “La Mexicana”. Le comenté que ese fenómeno sucede igual en las editoriale­s comerciale­s.

Sin Guillermo Samperio los talleres ya no fueron lo mismo.

Trunca quedó su tarea de recuperar lo marginal, o lo que él llamaba lo marginal. Son infinitos los datos.

Guillermo Samperio y Daniel Sada eran tallerista­s muy experiment­ados, conocían bien a bien su oficio. Yo, que había egresado del taller del novelista ecuatorian­o Miguel Donoso Pareja, trabajé cerca de Samperio y Daniel Sada, dos escritores que hoy ya no están entre nosotros pero que contribuye­ron enormement­e al desarrollo de cierta literatura mexicana.

A Guillermo Samperio lo conocí cuando recién circulaba su “Cuando el tacto toma la palabra” y a Daniel Sada cuando impartía, en los ochentas, un taller en Torreón, Coahuila. Desde entonces perduró una gran amistad. A invitación del Secretario de Cultura y en mi calidad de director del área, los invité a que retomaran los talleres de cuento y novela, ausentes en la cultura de Puebla desde que David Ojeda --quien suplió a Donoso Pareja-- decidió quedarse en su natal San Luis Potosí.

Los talleres tuvieron su ciclo, igual que todo en la vida.

Uno que otro de los ex alumnos de Samperio y Sada, salieron de ahí creyéndose geniales estrellas. Y cual apóstoles de un Jesucristo acartonado como el de Enrique Rambal en “El mártir del calvario”, andan de lugar en lugar, repitiendo lo que mal aprendiero­n de sus maestros. ¿Manera de ganarse la vida porque no se pudo titular en una licenciatu­ra? A Guillermo Samperio y a Daniel Sada los respalda toda una obra. ¿Y a éstos quién los autoriza a dar talleres?

Veo con horror que una unidad académica de una universida­d de prestigio, anuncia a un desconocid­o ( gloria local que no sé de dónde salió) ofreciendo una “conferenci­a magistral” sobre lo que no se sabe y se debe saber de los talleres literarios. Yo, que más sé por diablo que por viejo, estallé en una carcajada mientras compartía la mesa a la hora de la comida con los periodista­s Mario Alberto Mejía y Alejandra Gómez Macchia. Y peor, vi (igual, con horror), que en tiendas departamen­tales se anuncia otro simulador (ex alumno de Sada) ofertando talleres de novela.

Pero díganme sólo un nombre de alguien que haya salido de esos simulados talleres, sólo uno. Lo que me sigue pareciendo incorrecto es que se engañe, dándoles gato por liebre, a los jóvenes que sí quieren aprender el oficio de escritor. Una lástima que las institucio­nes crean en estos falsos profetas y sus nefastos proyectos que para nada sirven.

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