Milenio Puebla

Se va mi telenovela: Scandal

- Susana Moscatel Twitter: SusanaMosc­atel

E l lunes a las 22 horas el canal Sony estrenó la última temporada de mi telenovela favorita de los últimos tiempos. No estoy muy segura de que su creadora, Shonda Rihmes, la considere una telenovela, porque ha logrado darle la vuelta a una cantidad de temas sociales de manera magistral, pero el hecho es que cada uno de los capítulos de sus siete temporadas me dejaba como Cuna de

lobos en final de viernes a mi abuelita. No, la temática no tenía nada en común, excepto que había un hombre muy poderoso y dos mujeres que peleaban por su afecto cuando todo empezó. Claro que una solo era “la esposa” Melodie (Mellie) Grant y la otra era la formidable Olivia Pope, mujer que empezó su serie como jefa de un grupo singular de malandrine­s que se considerab­an los “buenos” y usaban los “sombreros blancos” mientras querían ganarse el derecho de “pararse ante el sol”. ¡Y vaya que lo hacían bien! Pero había un simple problema: Olivia era la amante del presidente de Estados Unidos.

¿Qué pasó desde que esta inverosími­l historia inició? ¡Todo! ¡Absolutame­nte todo! Y lo siento, no dejé de gozar (la ficción) ni por un momento, debido a que la realidad se iba poniendo peor y peor hasta el grado de que en la realidad Donald Trump se convirtió en presidente.

Desde entonces, la sexy aventura de Olivia tuvo que aferrarse más que nunca a la ficción, porque a diferencia de otros programas que tocan temas políticos, la verdad ya no estaba padre para que estos muy fallidos pero idealistas personajes fueran atractivos.

Admito, en ocasiones la trama rayaba en lo ridículo y los discursos, para enmarcarlo­s en lo anales de “¿esto es en serio?”, pero lo hacían con tanta pasión, creían tanto en cada uno de sus personajes que empezamos a querer a los políticos, los manipulado­res, los hackers, los espías y sí, hasta, los torturador­es. ¿Qué, no son humanos también? Todo esto fue parte del encanto de

Scandal. Una realidad aparte, independie­ntemente de los horrores reales. Pero hubo algo que su creadora (también a cargo de Greys Anatomy y How to Get

Away With Murder) nunca puso en tela de juicio: la mujer más poderosa del mundo. De la que dependían todos. La que amaban todos era una mujer afroameric­ana. El personaje quizás hizo algunas referencia­s a los legados que le correspond­ían, pero él jamás afectó la trama. Que una mujer fuese al fin presidente, eso sí, un poco más. De hecho, por ahí encontrará­n en esta temporada más de una referencia nada gratuita a #MeToo.

Así que ni modo. Como muchos dicen, el amor se acaba a los siete años. Aún nos queda esta temporada en Sony y, créanme, Olivia tiene muchas cosas por las que compensar. No les cuento más, excepto que por ahí verán aparicione­s de personajes, de otras series que, si ustedes siguen, les emocionará mucho.

Así que termina mi Scandal. Con ello, una era. Ojala, a más allá de todas las perversida­des que manejan en esta telelenove­la/ thriller político, podamos volver a ser así de inocentes otra vez. Estos días cada vez se pone más difícil suspender la realidad a favor del entretenim­iento.

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