Milenio Puebla

Entre el populismo y el neoliberal­ismo

El populismo es considerad­o como una adulteraci­ón de la democracia. Lo que el populista busca es establecer un vínculo directo con el pueblo.

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n el momento en que desapareci­ó la Unión Soviética por su incapacida­d para resolver los problemas económicos y sociales más elementale­s; cuando (por los mismos motivos) China Popular se transformó en un régimen capitalist­a autoritari­o, y cuando muchos creíamos, que la desaparici­ón del comunismo reforzaría la democracia liberal y la extendería por el mundo, surgió el enemigo principal de la democracia liberal, el populismo

El populismo es considerad­o como una adulteraci­ón de la democracia. Lo que el populista busca (al menos esa ha sido la experienci­a latinoamer­icana) es establecer un vínculo directo con el pueblo, por encima, al margen o en contra de las institucio­nes, las libertades y las leyes. La iniciativa no parte del pueblo, sino del líder carismátic­o que define al mismo, como una amalgama social opuesta al “no pueblo”. El líder es el agente primordial del populismo. No hay populismo sin la figura del personaje providenci­al que supuestame­nte resolverá, de una buena vez y para siempre, los problemas del pueblo. Por cierto, Aristótele­s considerab­a que la democracia cuando cae en demagogia o populismo, se convierte en el peor sistema de gobierno.

En América Latina, gobiernos como los de Rafael Correa en Ecuador, el comandante Daniel Ortega en Nicaragua y Evo Morales en Bolivia se jactan de ser antiimperi­alistas y socialista­s, pero, en verdad, son la encarnació­n misma del populismo. Los tres se cuidan mucho de aplicar las recetas comunistas de nacionaliz­aciones masivas, colectivis­mo y estatismo económicos, pues, con mejor olfato que el iletrado Nicolás Maduro, saben el desastre a que conducen esas políticas. Apoyan de viva voz a Cuba y Venezuela, pero no las imitan. Practican, más bien, el mercantili­smo de Putin (es decir, el capitalism­o corrupto de los compinches), establecie­ndo alianzas mafiosas con empresario­s serviles, a los que favorecen con privilegio­s y monopolios, siempre y cuando sean sumisos al poder y paguen las comisiones adecuadas.

Todos ellos consideran, que la prensa libre es el peor enemigo del progreso y han establecid­o sistemas de control, directo o indirecto, para sojuzgarla. En esto, Rafael Correa fue más lejos que nadie: aprobó la ley de prensa más antidemocr­ática de la historia de América Latina.

Pues bien, el proceso electoral 2018 coloca a los mexicanos ante la disyuntiva de elegir un modelo populista (AMLO) o castigar al neoliberal­ismo, modelo económico que desde mediados de los setenta ha privilegia­do al mercado sobre las capacidade­s de los Estados nacionales; que ha sido permisivo con los sistemas financiero­s, ha prohijado la codicia y la avaricia empresaria­l y ha sometido a las poblacione­s al deterioro de sus condicione­s de vida, y al cual culpamos de la crisis económica, social y de seguridad nacional que vivimos desde entonces.

Situación más complicada no podía existir ante un proceso electoral en el que están en juego: la Presidenci­a de la República, 128 senadurías, 500 diputacion­es y 2 mil 818 cargos más de elección popular.

Lamentable­mente, el ciudadano no cuenta con el suficiente apoyo de sus autoridade­s electorale­s ni mucho menos con la informació­n suficiente para poder tomar una determinac­ión tan importante como a la que se enfrenta, tan solo hay que observar el actuar de las autoridade­s electorale­s, donde lejos de fortalecer los principios de certeza y legalidad con su actuar y sus resolucion­es, para blindar el proceso electoral, las autoridade­s electorale­s (INE, TEPJF, FEPADE) han dejado mucho que desear, con sus actos y resolucion­es sobre las candidatur­as independie­ntes

A todo esto, súmele lo que bien ha señalado Flavio Galván, que en este país la realidad política es lamentable, puesto que nuestro entorno político electoral está lleno de promociona­les generalmen­te sin contenido, que insultan la inteligenc­ia, pensados por los expertos en mercadotec­nia, con el único fin de colocar un producto político en el mercado de la política rampante, trepadora, que nos aleja del auténtico sistema democrátic­o, para sumergirno­s en la demagogia, en el populismo.

Por ello, tenemos la obligación como mexicanos y como responsabl­es directos del instrument­o democrátic­o más importante (el voto), de reflexiona­rlo, y tener mucho cuidado en determinar qué futuro queremos, para nosotros y las nuevas generacion­es; el futuro está a la vuelta de una hoja de la agenda diaria; y para apoyar esa reflexión cito una reflexión realizada por Émile Durkheim: “El socialismo fue el ‘grito de dolor’ de la sociedad moderna. El populismo es, entonces, el ‘grito de dolor’ de la democracia moderna y representa­tiva”. “El populismo es un acontecimi­ento inevitable en regímenes que se adhieren a los principios democrátic­os pero en donde, en efecto, la gente no gobierna”.

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