Alfabetizar a mayores de 60 años, una satisfacción
La docencia es una profesión que permite cambiar la vida de niños, jóvenes y adultos que por razones económicas, sociales o culturales quedaron rezagados en el ámbito educativo, coinciden María Esther Aguilar Guerrero y Javier Flores Gómez, colaboradores y formadores del Instituto Estatal de Educación para Adultos (IEEA). Lograr que personas de más de 60 años aprendan a leer que concluyan el nivel primaria, jóvenes que abandonaron la escuela por adicción a las drogas ahora cuenten con una profesión, o niños que fueron abandonados busquen superarse, es la principal satisfacción que les ha dejado la labor docente.
Desde hace 14 años, María Esther Aguilar Guerrero, con una Licenciatura en Derecho, dedica parte de su tiempo a alfabetizar a niños y adultos, aunque la tarea no ha sido fácil, pues es una labor que combina con el trabajo en casa, y la responsabilidad de ser madre de familia.
Saber que cumple con el objetivo de que un adulto mayor lea y escriba es gratificante, como lo es también brindar un acompañamiento emocional. La enseñanza añade, no sólo cambia la vida de los estudiantes, sino de “nosotros porque nos motivan con sus logros”. “Inicié con un pequeño grupo de tres personas y ahora ya tengo casi 50 alumnos. De repente comenzaron a llegar niños que tienen que trabajar y contribuir a los gastos de familia, señoras que no pudieron ir a la escuela porque sus papás no se los permitieron, y me di cuenta que podía hacer algo por los demás, de guiarlos, apoyarlos”.
Esta labor, refiere, le permite conocer de cerca los problemas que enfrentan tanto las nuevas generaciones como la población adulta ante un mundo que cambia y que cada vez es más exigente. “No sólo se trata del maestro que llega y da su clase, califica exámenes. No sólo hay que ser profesores, hay que ser su apoyo, motivarlos para que a las personas les hagamos ver el bien de obtener un certificado de primaria o secundaria y para su familia. Hay muchos que no tienen primaria y no los aceptan en un trabajo, con un sueldo. Ahora puedo ver que alumnos siguen y ya cuentan con licenciaturas y ésa es mi satisfacción personal más grande”.
Para Javier Flores Gómez, quien ingresó como asesor en 1981 y ahora colabora en la Casa del Adulto del Adulto Mayor, es confortante que las personas de la tercera edad busquen superarse, cuando no saben ni “cómo agarrar un lápiz. Hay gente que llega y no sabe cómo tomar un cuaderno”. “Hay muchas personas que ingresan con nosotros con el interés de ayudar con la tareas de sus hijos, a sus nietos, de lograr un mejor empleo. De poder hacer cuentas cuando van al mercado, de saber la ruta de un camión. Es una labor difícil porque las complicaciones que tienen, pues llegan a veces con la autoestima baja de que no saben leer, hay situaciones de bullying en la misma familia”.