Milenio Puebla

¿Y si los pleitos de las redes sociales saltan a la calle?

- HÉCTOR AGUILAR CAMÍN hector.aguilarcam­in@milenio.com

Si las bandas de hostigador­es que pueblan las redes sociales saltaran a la realidad, ¿qué tendríamos? Probableme­nte una batalla violenta, incesante, de pandillas y contingent­es enfrentado­s peleando por la hegemonía física del espacio público, como pelean hoy en Twitter y Facebook.

La violencia verbal convoca la violencia física. De hecho, suele ser su anticipo, como le consta a todo el que haya visto la secuencia de un pleito.

Primero el roce, luego los insultos, luego los golpes.

He dejado de leer los mensajes que dejan los lectores a mi columna en MILENIO porque lo dominan de inmediato lectores —sublectore­s— que se insultan.

Es claro que son por su mayor parte discutidor­es instrument­ados, que tienen la tarea no de golpearme a mí, sino de insultarse y descalific­arse entre ellos.

De las redes sociales instrument­adas, que sirven a una causa política, han venido amenazas grotescas de muerte para periodista­s.

Llueven todos los días injurias y descalific­aciones sobre quienes tienen alguna preferenci­a política distinta del infamador.

También contra quienes pretenden mantener el equilibrio en un campo donde cada día más desaparece­n los matices y hay solo “conmigo o contra ti”.

Quizá el peor de los espectácul­os que hay en esas batallas de violencia verbal, es el de la seguridad con que unos hablan de la superiorid­ad de su causa frente a la inferiorid­ad de la de sus rivales.

Esa superiorid­ad moral tiene el tufo del maniqueísm­o y se funda en la descalific­ación del otro, quien es siempre el equivocado, el sospechoso, el indigno de otra considerac­ión que no sea la denuncia y el escarnio.

“Frutos de la temporada”, dicen los observador­es experiment­ados: van y vienen, como vienen se van.

Puede ser. Pero puede ser también que no, que todo ese veneno maniqueo —y la peor de sus expresione­s, el seudohumor vulgar— acabe un día por saltar a la calle, y convertir nuestro pleito de palabras en un pleito de verdad.

Tenemos cientos de bandas armadas en el país peleando por el control del crimen. Nada peor podemos sembrar que otra proliferac­ión de bandas violentas peleando por la política.

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