Animales
Para Donald Trump, algunos inmigrantes no son personas, sino animales. Así lo dijo ayer en una reunión en la Casa Blanca con funcionarios republicanos de California y con elementos de su propia administración. Los seguidores de Trump dirán que la declaración estaba dirigida solo a los integrantes de pandillas como la MS-13, pero las acciones emprendidas por su gobierno revelan un siniestro patrón de criminalización de todos los inmigrantes y no solo de los bad hombres.
Durante el holocausto, los nazis llamaron a los judíos ratas. Los hutus se referían a los tutsis como cucarachas en los tiempos del genocidio en Ruanda. Los militares de Birmania hablan de los rohinyás como parásitos para justificar la violencia contra esa minoría. Históricamente, la deshumanización ha servido para abrirle la puerta a la violencia y el odio. Es la narrativa que ha facilitado los peores crímenes contra la humanidad y, aunque la intención aquí no sea la exterminación de un grupo étnico, las declaraciones de Trump son gasolina para el fuego que mantiene viva la tensión racial en su país.
Apenas esta semana nos enteramos cómo su gobierno realiza preparativos para enviar a bases militares a niños inmigrantes que llegan a Estados Unidos en busca de asilo. Si el trauma de la violencia en sus países de origen no es suficiente, ahora estos menores enfrentan la posibilidad de ser recluidos como criminales en instalaciones del ejército que carecen de las condiciones necesarias para atender a niños. Esto mientras la detención de inmigrantes sin antecedentes penales lejos de la frontera registra un incremento importante respecto al año anterior.
Durante años hemos escuchado a los personajes que se apoderaron del Partido Republicano hablar sobre la conveniencia de la migración legal. Pero ahora que cientos de centroamericanos llegan a la frontera para formarse y pedir asilo, Sessions, Trump y compañía buscan nuevas formas para desacreditar su propósito.
Separación familiar, redadas, muros y los insultos que forman parte de una estrategia pensada para aterrorizar a una comunidad de millones. Para orillarlos a la autodeportación en el mejor de los casos. Así, acorralado por los escándalos políticos y legales que acechan su presidencia, Donald Trump vuelve a la narrativa del odio y de la intolerancia. A culpar a México y a los inmigrantes de los males para los que su gobierno no tiene una solución. Su fanatismo se nutre de la deshumanización del migrante y del silencio de un Partido Republicano y un movimiento conservador completamente sometido ante Trump. Después de todo, ellos lo crearon.