El 68 berlinés
“Sé joven y cállate” era el lema de un Estado autoritario frente al cual los estudiantes berlineses, encabezados por Rudi Dutschke, opusieron un puñado de exigencias que buscaban una verdadera civilidad democrática
ANDREA RIVERA/BERLÍN N avidad de 1967. Cientos de personas se manifiestan pacíficamente a las puertas de la iglesia Káiser Guillermo de Berlín. Los fieles católicos, que han acudido a escuchar la misa de Nochebuena, se abren paso entre una multitud que porta carteles con la imagen de niños quemados con napalm. En el recinto esperan la presencia del pastor. En su lugar, un joven irrumpe en el altar e intenta pronunciar un discurso en contra de la guerra de Vietnam: “Queridos hermanos y hermanas…”. Los asistentes se indignan, le lanzan miradas de odio y la bronca estalla. Dos hombres lo bajan a empujones, lo arrastran, le escupen el rostro. Entre el forcejeo, un hombre impedido para caminar le asesta un golpe en la cabeza con una de sus muletas. La sangre se derrama sobre su frente.
Aquel joven es Rudi Dutschke, el carismático líder estudiantil que a mediados de la década de 1960 promueve en Berlín las mayores revueltas sociales. La irrupción en la iglesia desata las primeras reacciones, todas en contra. Los políticos no matizan sus declaraciones. El entonces ministro de Finanzas, Franz Josef Strauss, reprocha el aspecto “sucio y desaliñado” de Dutschke. Ernst Schlapper, alcalde de Baden–Baden, lo llama “profanador de iglesias, gamberro”. El diputado federal del CSU, Franz S. Günzl, dice que es “un ser desaseado, lleno de piojos y sucio”. El alcalde de Berlín, Klaus Schütz, lo declara el “enemigo de la democracia”.
Para las autoridades, este joven de 27 años personifica el terror de la burguesía. La policía lo tiene fichado como agitador, el cabecilla del movimiento. En sus primeras apariciones en los encabezados de los diarios, la prensa sensacionalista ( BerlinerZeitung) lo describe como un joven de mirada penetrante, mechones negros sobre la frente, el revolucionario sin afeitar, el provocador violento, el subversivo que usa chamarra de cuero y suéter. DerSpiegel lo presenta en su portada emitiendo un grito salvaje. Dutschke se ha convertido en el portavoz de los estudiantes, en el gestor del 68 alemán.
Contagiados por el espíritu del Mayo francés, inspirados en la hazaña del estudiante de sociología de 23 años, Daniel Cohn–Bendit —quien respondió con violencia al capitalismo salvaje mediante una revuelta social de alcances inimaginables—, los estudiantes alemanes se organizan y emprenden su propio movimiento.
Mientras en Francia los estudiantes proclaman: “Seamos realistas, pidamos lo imposible”, en Alemania los estudiantes se resisten a asumir el papel tácitamente conferido por el Estado: “Sé joven y cállate”. Ambas juventudes enfrentan gobiernos represores que cancelan su participación en el desarrollo de sus sociedades e incluso desacreditan su capacidad para transformar la realidad.
Nadie sospecha que Dutschke, estudiante de Sociología de la Universidad Libre de Berlín, tiene bien claros los objetivos del movimiento: “activar a los perjudicados del sistema capitalista”. Veía a Berlín Occidental como una ciudad internacional subversiva en contra del estalinismo y el fascismo y a favor de los ciudadanos del Tercer Mundo. Es así como se va articulando un movimiento que rebasa, por mucho, las fronteras geográficas de la Bundesrepublik. Rudi admira al Che. Ofrece brindar apoyo a Latinoamérica, África y Asia a través de Europa Central. Promete apoyo masivo a los trabajadores alemanes y establecer un fuerte debate sobre la estructura gubernamental.
Nadie sospecha tampoco que ese joven de aspecto “grotesco y sucio”, lee entre diez y doce horas diarias. Cobijado por las teorías de Heidegger, Freud, Platón, Max Weber y Marx, lanza sus propias consignas: “Leer es lo decisivo”, “Lee. Eso es protestante”, “Procesa tu pasado y reconoce”. Adopta como “padres espirituales” de sus ideas subversivas a Theodor W. Adorno, Max Horkheimer y Herbert Marcuse, los tres expulsados por el nazismo y exiliados en Estados Unidos. Debido a su pensamiento radical, sus compañeros lo empiezan a llamar
Putschke, el golpista.
EL SUEÑO DE LA REUNIFICACIÓN
Al igual que otros movimientos estudiantiles, el 68 alemán se gesta dentro de los propios colegios a raíz de una crisis estructural. Los estudiantes, predominantemente de izquierda, se manifiestan en contra de un Estado autoritario, de una educación autoritaria. Exigen reformar las universidades, democratizar el proceso de aprendizaje, erradicar su naturaleza elitista y adecuar los planes de estudio. La realidad de un capitalismo galopante requiere la formación de egresados con una preparación técnica altamente cualificada, capaces de conformar una fuerza de trabajo que cubra con los requerimientos de una estructura económica interior cada vez más industrial.
Esta problemática, de cariz meramente académica, comienza a abrirse hacia otros problemas sociales que reclaman atención urgente. Por ejemplo, centra sus demandas en la preservación y el respeto de las libertades individuales: libertad de prensa, libertad de reunión, defensa del “secreto de correo”. Pugna por el derecho de huelga y de libre elección del lugar de trabajo, elementos controlados por sindicatos y gobierno. Este punto de coincidencia entre trabajadores y estudiantes fortalece el movimiento.
La intención inicial de resolver la crisis estructural universitaria se une también a la misión de retomar los temas sociales que el gobierno federal desatendió desde el final de la guerra: mejor educación, mejores condiciones laborales y el restablecimiento de un movimiento obrero alemán. El sueño compartido es dar continuidad a la reconstrucción nacional, lograr la reunificación.
Una juventud que no pisó las cenizas de la guerra comienza a sentirse avergonzada de sus padres y de su régimen.