50 sombras de Peña Nieto
onforme la gestión presidencial concluye, el presidente “buena vibra” muestra mayores dificultades para disimularse. Para el ojo ilustrado, es indudable que Christian Grey Peña Nieto ha personificado al capitalismo neoliberal. Psicológicamente, sus cotidianas barbaridades y retórica basura, no son ingenuas; proyectan la transición de la telecracia a la represión, del acarreo vulgar a la burocracia demagógica, pero sobre todo, de un grave desfase delirante entre la fantasía y la realidad. Desfases y delirios a los que el mexicano promedio parece estar habituándose desde hace tres sexenios. El filósofo con botas Fox, convenció con un discurso soez e inconsecuente a buena parte del electorado. Con Felipe Calderón, el discurso de la guerra se convirtió en la narrativa sustituyente de la realidad. Por su parte, la más reciente diarrea verbal de Peña alusiva al “autoflagelamiento”, confirmó algunas exquisitas ideas Platónicas, relativas a la “tiranía” (La República).
Peña desconoce que la autoflagelación, además de asociarse a una práctica religiosa de ciertos devotos, también facilita a ciertas personas, la liberación de sentimientos como el enojo, la rabia o la tristeza. Obviamente, Peña es tan narcisista que no puede comprender la reciprocidad ni la alteridad; es siempre un sujeto necesitado de gratificación, atención y mirada. Por ello, el signo de su sexenio ha sido el rechazo del bien común y el apoyo sin escrúpulos a sus propias causas atomizadas. Nuevamente, el mensaje Peñista, insiste en recordar que, en una sociedad donde el placer debe ser norma, el sacrificio o exigencia de justicia en nombre de cualquier causa, no tiene razón de ser y por tanto, toda persona que exprese dolor, reclamo o indignación deberá ser considerada exagerada, víctima o masoquista. Así que, ciudadanos, nada de autoflagelaciones con látigos, cilicios y mordazas. En el capitalismo neoliberal, hay que permitir la libre circulación de todo, incluso de nuestros propios sentimientos. No te puedes quedar atorado, nada puede inmovilizarse. Cualquier interrupción de la circulación tiene un costo altísimo para el capital. No podemos dejar un solo instante de mover a México para seguir vendiéndolo al mejor postor (Pavón Cuellar, 2015).
En estos días que se llama a “votar con inteligencia y no con el enojo” y se diseña una compleja propaganda del miedo contra el “populismo”, bien valdría la pena recordar que el significado de las emociones no se define por negación a la naturaleza racional del mundo y que detrás de tantas convocatorias mediáticas, se asoma una falacia restrictiva de la esencia de las pasiones: la compleja libertad humana. Es lamentable que Peña Nieto ya no tenga tiempo para crear la Secretaría de Contención de Mensajes Presidenciales para que aprendamos a lidiar con sus últimas “ocurrencias”. Lo que sí resulta interesante es que, su lengua además de perversa, igual que las lenguas de la mayoría de los políticos son dignas de una psicoterapia consistente y por desgracia, en algunos casos; inútil.