¡Déjenme si esoty Ilorando!
oy quería compartir con ustedes la benemérita felicidad que me genera la expectativa de recibir una de esas tarjetas que está mandando Ricky
Ricón Anaya con la promesa de depositar ahí mil 500 pesillos en caso de ganar las elecciones. Un esquema de alicientes electorales que casi no se ha utilizado y que, por supuesto, al INE no le preocupa mucho pues está apurado en ver cómo le hace para volver más laberíntico, intrincado y contradictorio el depósito de los sufragios en la urna (que si hay que contabilizar los votos a Margarita —o sea, ya ni quién se acuerde de ella—, que si puedes poner cruz o cuernos o el gallito inglés, que si le pones apodos y albures el voto cuenta y jaladas por el estilo).
A mí, como a muchos compatriotas, ya nos urge comenzar a hacer ahorros para poder comprarnos nuestra primera nave industrial. Y quizá un día tener una megamansión kafkapúlquica como la que
Robero Deschamps dice que no tiene, que es de un presta... digo, del primo de un amigo que lo invita a sus fiestas. Un lugarcito chiquito donde pueda uno almacenar bonitos recuerdos estilo Luis Miguel, además de algunos litros del preciado líquido que, dice la Conagua, no se está privatizando sino que nada más quiere ponerla en la bolsa a ver qué hacen los especuladores. Quería profundizar en todo esto y, de pronto, pasaron otras cosas.
Tarde pero sin sueño, el canciller Videgaray por fin se manifestó en contra, y con ruda reprobación, de la tortura, el abuso y la crueldad que están viviendo los migrantes mexicanos y centroamericanos gracias a las nuevas políticas inspiradas en el humanismo nazi que ha implantado Donald Trum en su afán por quedar bien con las manadas del KKK, los hillbillies white trasheros y la redneckiza que compone su fanaticada. Nunca había escuchado tal azoro ni tal empatía en un funcionario por una tragedia social desde que la tecnocracia se puso de moda, y que no sonara a demagogia pura.
La idea de Donald es muy simple: impedir la llegada de inmigrantes con la amenaza de separar a los hijos de sus padres, meterlos en unas jaulas y extraviarlos en un laberinto burocrático imposible de desentrañar. Y para que nadie lo regañe por andar rindiéndole homenaje al doctor Mengele, renunció a pertenecer al Consejo de Derechos Humanos de la ONU. ¿No será Trum el verdadero Demian de La
profecía, el hijo del averno, Satán? A lo mejor no quiso que lo superaran en esa materia psicopatológica los de ISIS o los Poko Haram, debido a su mal tratado espíritu competitivo. Así, ya lo único que le falta es comerse a los niños vivos. No sé si con notas diplomáticas se resuelva esto, pero todo indica que no. Lo único que da un poquito de esperanza es que a Melania tampoco le gustan estas cosas y es posible que en el tálamo nupcial convenza a su marido de que recule, aunque es más probable que la mande a Guantánamo por traidora.
Tan lejos de Dios y tan cerca de Donald