Milenio Puebla

Mundial y adrenalina

- Juan Gerardo Sampedro jgsampe@me.com

Me interesó la opinión de un analista deportivo, psiquiatra de formación, que dijo en un medio radiofónic­o algo así como esto: a la afición mexicana, el papel de su selecciona­do en Rusia ante Alemania, le dio 24 horas de adrenalina pura. Agregó que la afición se conforma de millones de personas entre niños, jóvenes y adultos. O sea: tranquilos todos aunque nos esté ahorcando la crisis y el aumento en el precio de los combustibl­es y demás, incluidas las campañas políticas.

El asunto no termina ahí y habrá que volver a la ingrata realidad, ya cuando el cuerpo no produzca la consabida adrenalina. Sólo 24 horas y a esperar a este próximo sábado aunque ya no sea igual. Baja la dosis porque desde el inicio se esperaba un triunfo sobre Corea, no sobre el poder Alemán.

Entonces los comentaris­tas de los canales abiertos ya comienzan a hablar del quinto partido y (por qué no) de disputar la final, situación que se torna difícil. Vi a un calvo Luis García discutirlo en foro abierto. Un José Ramón Fernández hablando sin que nadie logre ordenarle las ideas. Hubo quien opinó que siempre habían confiado en los muchachos del TRI. Total, puntos de vista van y vienen, vuelan.

En medio de un ambiente electoral los políticos tenían que llevar agua a su molino, lo escribo sólo para usar el lugar común. El candidato a la presidenci­a por el PRI, lanzó un spot en el que afirma que nada es previsible y que así como la selección mexicana le ganó a Alemania con el gol de H. Lozano (el Chucky) él ganará la presidenci­a del país.

Inmediatam­ente me asomé (debo apartarme de esa mala costumbre) a los memes que apareciero­n en las redes, algunos de ellos muy de baja ralea, bobos y torpes.

Si se acerca a la verdad y si el dicho del psicoanali­sta tiene sustento (que sí es creíble) entonces la adrenalina salpicó también a los políticos.

En lo personal estaba viendo el cotejo en un elegante restaurant­e al que acostumbro ir desde hace muchos años. Pantalla gigante, sonido estéreo y demás. La gente celebró el gol y en la inercia, al hacer a un lado las viandas con chilaquile­s o molletes, todo, o casi todo, se fue al piso como si estuviera ocurriendo un sismo de 6.7. Igual lo pensó una abuelita que sorbía de su taza de chocolate de navarra quien gritó ¡Está temblando, Dios! hasta que alguien le alcanzó a decir calmada, calmada, no pasa nada, esto se debe al gol de México... Y luego un hombre fornido luciendo la playera de la selección (casi todos los comensales la traían puesta) le dio una palmada en la espalda a la doñita del chocolate al tiempo que gritaba “Chucky para presidente; Ochoa ya es Dios”.

Ya no tuve más que quedarme a ver todos los 90 minutos más la compensaci­ón. Y vino pues la obligada salida: calles pletóricas y banderas por donde quiera. Autos lastimados los oídos con el mal uso del claxon. Gente corriendo eufórica ¡Viva México, cabrones! ¡Viva Osorio! “¡Viva Hidalgo y los héroes que nos dieron patria!”, grito un despistado de tal manera que un amigo de él, supongo amigo, le aclaró que faltaban unos cuantos meses para el Grito.

Y como, en efecto, nada está escrito en la vida mundana, sólo en los designios invisibles, ¿qué pasaría si la selección mexicana pierde los dos encuentros que le faltan? ¿De dónde agarraremo­s más adrenalina?

Un desgarrado­r panorama: pierde la selección, nada de quinto partido y el México bronco bien dormido, anestesiad­o.

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