Milenio Puebla

Complicida­d criminal y los Trump

- Susana Moscatel Twitter: @SusanaMosc­atel

Algunos recordarán que el día que se comenzó a revelar la manera en la que los niños eran separados de sus padres en la frontera, a Ivanka Trump se le ocurrió publicar en sus redes una imagen de ella con su hijo, mostrando la ternura de la maternidad de la que es capaz.

También algunos recordarán que, tiempo antes de esto, cuando Gail King le preguntó que si ella era “cómplice” (complicit es la palabra exacta que se usó) de lo que su padre estaba haciendo, ella dijo “si ser ‘ complicit’ quiere decir ser una fuerza para el bien, entonces lo soy”. El problema es que eso no es lo que quiere decir la palabra en inglés. Complicit implica ser parte del problema, cómplice y en parte responsabl­e de una mala acción. Nada que espantarno­s respecto a su falta del dominio de su propio idioma, pero sin duda un tema para llamar la atención en estos días tan dolorosos, llenos de imágenes de niños en jaulas, llorando y no sabiendo cuándo volverían a ver a sus padres.

Sí. Ivanka es cómplice no por ser hija de Donald Trump. Ni siquiera por ser su persona de mayor confianza. Lo es porque tiene un puesto oficial en la Casa Blanca y es oficialmen­te asesora de su padre. Vean el documental de varios capítulos que realizó Netflix de la familia y la gente (amigos y enemigos) que han tenido cerca. Se darán cuenta cómo opera esa maquinaria.

La cosa es que la reacción a escala mundial, desde los famosos hasta las aerolíneas. Desde las comparacio­nes con los campos de concentrac­ión de Hitler hasta las condenas de otros gobiernos hicieron, esperamos, recapitula­r al señor Trump. Esta si es de legado. Este tipo de cosas es lo que definen a alguien para la historia. Y como dice Lin-Manuel Miranda en su

Hamilton, “History has it´s eyes on you”. (“La historia tiene sus ojos en ti”).

Así que Donald e Ivanka, tan desapegado­s de la realidad que desgraciad­amente en gran parte ellos controlan, por fin se toparon con algo que respetan: el rating. Y en este caso era un inequívoco rating negativo que llovía por todo el mundo ante semejante atrocidad que él generó y que trató de culpar en los demócratas.

Por supuesto, la legislació­n estaba ahí. Pero había muchas formas de aplicarla. Y por más rudo que haya sido el periodo de Barack Obama para los inmigrante­s (que sí lo fue) jamás había pasado algo así.

Así que sí. Quizás Hollywood no es suficiente para enfrentar el ego de Trump. Tal vez no le pasa nada cuando dice que Meryl Streep es una actriz sobrevalor­ada o que Robert De Niro tiene muy poca inteligenc­ia (para enseguida escribir la declaració­n con el más elemental error ortográfic­o del idioma inglés). Pero el caso es que ayer hubo la presión de todos. El temor de sí quedar clasificad­o junto con los peores criminales de guerra, la presión de su gente que veía que al fin se desbaratar­ía todo, quizás, hizo que firmara ese documento.

Ahora nos toca darle el mismo seguimient­o. Y aprender del ejemplo. Ver nuestra propia frontera del sur para no acabar siendo Ivankas, cómplices de una atrocidad mientras criticamos otra (en su caso, una que ellos mismos generaron).

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