Chairos de closet
a increíble y triste historia de los cándidos hijos de migrantes y el peor señor del mundo ha conmovido a todos —incluso al peor señor del mundo, que tiene pelos de elote—, luego de ver a estas criaturas clamar por sus padres mientras estaban encerrados en una jaula. Tan así que seguramente después de ver la enérgica protesta del gobierno mexicano a través de la egregia figura del canciller Videgaray, que no incluyó el retiro ni de cónsules ni embajadores (la presencia de mi licenciado Peña no fue necesaria, digo, ni falta que hacía), don Donal Trum reculó gachamente. No tuvieron nada que ver las presiones internacionales, el llanto de una comunicadora al aire, las comparaciones que se hicieron entre él y Adolfo Hitler, el estupor y el rechazo que manifestaron millones; todo indica que hasta Melania, dicen, amenazó con levantarle la canasta básica. La próxima vez que Trum busque una triquiñuela legaloide para presionar a los demócratas para que le suelten dinero para su muro de las mentadas, va a tener que bajarle a su modo Herodes al menos tres rayitas.
Tristemente en México hay cierta fanaticada trumpista que aplaude estas medidas. Incluso afirman que si los padres no quieren que los separen de sus hijos, que no pasen ilegalmente a Estados Unidos, que qué diantres van a hacer allá si aquí, gracias a las reformas estructureichons, estamos a toda madre. La clase de compatriotas que critican acremente a los damnificados del terremoto del 19 de septiembre por aspirar a que el gobierno federal y el de Ciudad de México no los dejen morir solos.
Un pensamiento que ya han defendido los benditos tecnócratas y que se generalizó un poco más gracias al filósofo don Bronco que, fiel a su parecido con su aspecto de villano del Sensacional de traileros, ha emprendido una tenaz batalla contra el asistencialismo y el populismo.
Esto no debe hacernos dudar sobre el humanismo de los mexicanos. Ya vimos cómo el dotor Mit y el niño Anayita llegan a detener su eterna pelea de mal contra el mal, para exhibir como quien enseña la cartera llena de billetes arrugados, sus recién descubiertas preocupaciones sociales. Ha sido hermoso ver cómo estas personas que por todos los medios, pero sobre todo debido a su naturaleza tecnócrata, han macheteado el legado de lo que Octavio Paz denominaba “el ogro filantrópico”, ahora parezcan chairos de clóset, prometiendo que van a luchar por cosas que antes les parecían abominables — porque lo son, ¿no?—, como la dignificación del salario mínimo, la defensa de los derechos de los más desposeídos (claro, sin descuidar a la plutocracia que ya sabemos que es un poco celosa) y las amenazas mutuas de luchar contra los corruptos. ¡Habrase visto! Esto suena muy verosímil y conmovedor, casi tanto como cuando el
ChikiliQuadri afirma que la supuesta privatización del agua es fake news, que solo la van a guardar para el futuro. Sí claro, si lo dice él debe ser cierto. Es otro chairo de clóset.