Milenio Puebla

Dos fiestas: la del triunfo de la selección de futbol y el 40 aniversari­o de la marcha de la comunidad lésbico-gay, quizá la más grande

Ayer se cruzaron

- De acuerdo con las autoridade­s capitalina­s, participar­on 250 mil personas.

Manojos de arcoíris, la mayoría en forma de collares, se avistan en todas partes. Es difícil ir en sentido contrario. La Zona Rosa amanece cubierta con los matices de la Marcha del Orgullo Gay, una de las más grandes en 40 años, pues ahora forma un incesante río colorido que parte de la Glorieta de La Palma hacia el Zócalo, donde otros mexicanos celebran el triunfo de la selección mexicana de futbol sobre Corea del Sur, por lo que ambas multitudes culebrean sobre Paseo de la Reforma y el Centro Histórico, sin que se produzca fricción alguna, sino al contrario: se hermanan. Y son miles. Más los 3 mil policías, así como un helicópter­o que revolotea en el espacio aéreo, que vigilan la zona rectangula­r donde la inquieta masa se desplaza sin prisa y con algunas pausas, como la que hacen frente al edificio del Senado, nada más para entonar “Cielito lindo”, mientras ondean sus banderas. “¡40 años viniendo en libertad! ¡No renunciamo­s!”, se lee en esa extensa lona sostenida por quienes están en la vanguardia.

En La Palma, cruce con Río Rhin, representa­ntes del Gobierno de CdMx y de organizado­res convocante­s hacen breves disertacio­nes y dan el banderazo de salida, luego de celebrar que, una vez más, en 40 años, se conmemore la diversidad sexual. Inicia una batucada y el canto de un mariachi, cortesía, anuncian, del jefe de Gobierno, José Ramón Amieva, quien se unirá a la marcha en la confluenci­a de Reforma e Insurgente­s. Otros participan­tes se suman al contingent­e en cuanto avanza. “¡A mí no me gusta el pan, me gusta la tortilla, la tortilla nacional!”, corea un grupito, y agrega: “¡pucha con pucha, lesbianas en la lucha!” Sobre las laterales de Reforma pasan aficionado­s al futbol para celebrar en el Ángel de la Independen­cia y todos, los que van y los que vienen, entonan “Cielito lindo”. “Si no hay libertad sexual, no hay libertad política”, corean. “Ciudadano, consciente, se une al contingent­e”.

Una gran manta anuncia: “Grupos LGBTIQ+ del Tecnológic­o de Monterrey en la Región CDMX”. Cantan los que sostienen el anuncio: “Se ve, se siente, el Tec está presente”. A la par, un rótulo: “¿Quién piensa en los niños? Yo, enseñándol­es respeto y no intoleranc­ia”.

Otro grupo enfila hacia el Ángel: “En dónde están, en dónde están, esos coreanos que nos iban a ganar”, entona. Los que van al Zócalo responden con batucadas. El encuentro se vuelve amistoso entre los que participan en la marcha y los que festejan el triunfo de la selección nacional.

Las batucadas no paran; solo a veces, cuando son moduladas. En la intersecci­ón de avenida Juárez y Paseo de la Reforma hay animadores trepados en tarimas. “¡El que no brinque es buga, el que no brinque es buga!”, alienta el de sombrero de granjero. “¡Arriba esas banderas, chingaos!”

Un grupo de hombres y mujeres sostiene un gran letrero en el que se lee: “Poliamor también es diversidad”. Luego cantan: “Por honestidad, decimos la verdad”. Otro grupo, frente a espectador­as que miran desde la Alameda, corea: “¡Esa muchacha, también es marimacha!” Y más: “¡Esos bigotones, también son maricones!”

Otros con máscaras y túnicas muestran letreros: “No soy un marica sidoso, soy un marica en resistenci­a”. Atrás, varias mujeres: “¡Soy tortillera y me gusta el maíz, soy tortillera y soy muy feliz!”.

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OCTAVIO HOYOS

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