Todos somos directores técnicos
Las principales avenidas y bulevares de la capital poblana lucen con un tráfico intenso a las 8:45 de la mañana, inusual, para la hora, pero las calles pequeñas de las colonias y unidades habitacionales parecen pueblos fantasmas. Faltaban 15 minutos para que jugara la Selección Mexicana contra Suecia y por si fuera poco se jugaba su pase a los octavos de final del Rusia 2018.
Los bares cambiaron las cervezas por café y las alitas por fruta y pan dulce. Los restaurantes tenían el volumen de las pantallas a todo lo que dan, en las oficinas se instalaba la pantalla, parecía un domingo a las 7 de la mañana.
Poco a poco el partido avanza y las emociones de gol no llegaban, todos percibían el bajo nivel de juego que se mostró ante Alemania o Corea del Sur.
El medio tiempo sólo trae ten- sión y los de los bares salen a fumar. Comienza el segundo tiempo y cae el gol que enfría a todos. Y comienza la pregunta generalizada, “¿cómo van los coreanos?”. Las esperanzas las fundaban entonces en un país del que casi sólo oímos hablar cuando se habla de Samsung o de Kia o del K-Pop que alborota a los adolescentes.
El penal y el segundo gol caen en el ánimo, como ese aviso que te dan a finales de quincena, “todavía no han depositado”. Con desánimo se busca el partido de Corea-Alemania. Los ojos ya están en el celular que actualiza el marcador del otro partido. El tercer gol cae.
Es curiosa la forma en que funciona la lógica futbolera: se perdió 3-0 pero aun así unos 70 salieron a celebrar en el monumento el Benemérito de las Américas en la avenida que lleva su apellido. Tras el partido ante Alemania un comentarista deportivo gritaba eufórico “¡Osorio para presidente que lo incluyan en la boleta!”.
En este país todos somos directores técnicos profesionales pero sólo lo presumimos cuando vemos a la selección perder.