Carneiro inunda la capital con las suites de Bach
El violonchelista interpretó “Suite número 6 en re mayor para violonchelo solo”
Johann Sebastian Bach estaba “experimentando” hace 300 años con un instrumento “nuevo”: el violonchelo; así creó una obra magnífica: las suites para ese artilugio de la familia de las cuerdas pero, en específico, del violín y de la viola. El alemán dejó así un legado que aún sigue alimentando a quienes tocan ese instrumento y Marcio Carneiro no podría ser la excepción. El violonchelista originario de Brasil, actualmente profesor en Suiza, abrió su alma a la de Bach para ofrecer en Puebla un concierto inclasificable por la alta calidad de su interpretación.
La audición, que contó con un silencio reverencial por parte del público, inició y concluyó con las suites de Bach, y a lo largo de casi dos horas, hizo que los escuchas comprendieran qué era lo que el compositor hablaba con la divinidad para traducirlo en música.
Anunciado para las 19: 30 horas, el pasado viernes, en Profética, el recinto ya tenía ocupados todos sus lugares. Si bien la mayoría de los asistentes eran músicos y entre ellos, los violonchelistas, también había un público que, expectante, esperaba a uno de los mejores intérpretes del mundo.
Algo pasaba con un tapete que Carneiro necesitaba, y esto retrasó unos minutos el concierto, pero el también violonchelista, Eduardo Palao, organizador y maestro del Festival Internacional de Violonchelo (CFest), llegó con el tapete para que el maestro brasileño apoyara con seguridad su instrumento en el escenario. Interpretó “Tres piezas 131 C” y “Suite número 3 en do mayor para violonchelo solo”
Entonces comenzó lo extraordinario: un antiguo instrumento de sólo cuatro cuerdas, hecho por un laudero que aún vive a través de él, y que muy probablemente nunca pensó en los escenarios en los que su violonchelo estaría, y quizá menos aún cuántos años más viviría para cantarla; y un músico que, si bien de Puebla partiría hacia Aruba, al Nuevo Mundo Festival, sólo estuvo concentrado en contarnos ( y cantarnos) lo que la divinidad le transmitió a Bach, quien supo traducirla a música.
El silencio en Profética era tal que entre los silencios de la música, que eran pocos, pero sobre todo en los breves puentes para pasar de una a otra de las tres obras interpretadas por Carneiro, se oía hasta el funcionamiento de los refrigeradores.
Los escuchas agradecieron la “Suite número 6 en re mayor para violonchelo solo” (BWV 1012) de Bach, con sus seis movimientos, las “Tres piezas 131 C” de Max Reger, y también de Johann Sebastian la “Suite número 3 en do mayor para violonchelo solo” (BWV 1009) con el mismo número de movimientos que la número 6, pero no iguales.