Cuarenta años, los tres minutos de hace un momento
E l ahora y aquí es un principio de la terapia gestáltica. No hay más, sólo existe el cierre de la forma. Basada en el estructuralismo como marco referencial, es una terapia que ayuda a compadecer al otro en el entendido que compadecer significa “sufrir con”. Así entendido retrocedo un poco hacia otros ámbitos. Y todo porque recientemente hallé un acetato de Silvio Rodríguez que andaba escondido por allí después del terremoto del 19.S del año pasado. !Dios, cuánta velocidad llevan los relojes!
En 1978 la Universidad Autónoma de Puebla celebró los festejos del IV centenario. Todo el año fue de una gran fiesta y en el Teatro Principal pudimos apreciar a cantantes como Nacha Guevara, Alfredo Zitarrosa y Silvio Rodríguez, entre otros muchos eventos. Muy poco después tuve el privilegio de entrevistar a Franca Ongaro Basaglia, quien había ofrecido una serie de conferencias en el Salón Barroco.
Es probable que yo aún no tuviera la visión de lo que aquello significaba. No ignoraba el tema pero la presencia de Franca Basaglia, esposa de Franco Basaglia, era infinita, al igual de su conocimiento del hombre, de la confinación y de la vida.
Era yo muy atrevido, muy irresponsable, me dijo una persona que nos acompañaba al Nevados Hermilos de la 4 norte y la 2 Oriente. Esa mesa nunca la voy a olvidar porque aquel joven basquetbolista egresado de La Salle comenzaba a trabajar, en San Luis Potosí, en un taller literario coordinado por el novelista Miguel Donoso Pareja y recibía las críticas severas de su padrino Sergio Flores Suárez, ex rector de la universidad y quien a veces desdeñaba la imaginación para dar paso a lo práctico.
Pero aún así la entrevisté. Aquella vez Franca dejó todo a medias porque recibió una llamada telefónica trágica: le informaban que Franco estaba grave. Ellos, que habían luchado tanto en Italia contra la psiquiatría tradicional como institución, se hallaban vulnerables.
El hecho de buscar y explorar nuevos campos y terrenos, las visitas a la CDMX para visitar al pintor Gabriel Macotela en la calle Querétaro de la Colonia Roma, el conocer de cerca y levantar un reportaje de uno de los cafés de Paco Guexo y la cuasi cotidiana visita a las peñas circunvecinas de la glorieta de Insurgentes.
“Y hace tres minutos yo era un joven”, escribe en su testimonio un integrante del CNH de 1968. Yo también.
Lo cierto es que el aprendizaje de la psicoterapia breve me dejó mucho. Reconozco y hago mención de mi maestro Jorge Barragán, excelente terapeuta que generosamente me dejó tanto para reconocer los buenos o bajos sentimientos en los ojos de quienes miran...
Volví a escuchar a Silvio Rodríguez y nítidamente lo veo de nuevo en el teatro más antiguo de México. Escucho a Alfredo Zitarrosa o Nacha Guevara y puedo rememorar a Franca Basaglia dictando una conferencia sobre la locura en el Salón Barroco del Edificio Carolino.
Habrá que desdoblarse (lo aconseja la Gestalt) para verse del otro lado: hey, tú: “nadie se va a morir menos ahora / que esta mujer sagrada inclina el ceño”.
Mírate y entiende: sólo han transcurrido tres minutos. ¿A compadecerse de sí mismo?
Es por eso que lo que dejaste regresa atraído por el viento suave de la tarde.