Milenio Puebla

LLEGUÉ POR ACCIDENTE A LA ACTUACIÓN: HÉCTOR SUÁREZ

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El actor, quien protagoniz­a la obra Laseñora Presidenta en el teatro Aldama, habla del rol de la mujer, de su intención por hablar con AMLO para trabajar en pro de los indígenas y de su relación con Dios desde que era niño

Martina, quien luce elegante con su traje palo de rosa, el cual hace armonía con su sombrero y sus zapatos, se sienta en el cómodo sillón en el lobby del teatro Aldama (donde hace temporada como La señora Presidenta y su imagen al lado de mandatario­s, como Enrique Peña Nieto, Nicolás Maduro, Hugo Chávez, Donald Trum y los reyes de Inglaterra, entre muchos más se replica en la pared) y una vez que comprueba que sus guantes estén bien colocados y, por ende, su imagen está impecable, dice que está preparada para la entrevista.

Sin embargo, aunque esa mujer, cuyo carácter la hace sobresalir en el escenario por encima de la personalid­ad de su hermano Martín, no logra opacar el peso del actor que le da vida, por lo que a lo largo de la charla sobresale para compartir algunas de sus andanzas en los casi 80 años que cumplirá en octubre y en los 60 que está celebrando profesiona­lmente. La veo muy guapa, usted no pierde el estilo nunca, ¿verdad? Martina: Nunca, nunca hay que perderlo, siempre hay que estar elegante, hermosa, alegre y contenta; con una actitud positiva. ¿Qué la hace ser positiva, porque a veces la vida no es fácil? M. Pues no es fácil, pero es cuestión de la actitud que le des a la vida. Depende de la actitud con la que tomes a los problemas y cómo te comportes ante ellos; si un problema te va a acabar destrozand­o, no lo puedes permitir. Usted, se ha apoderado de este escenario, ¿cómo le ha ido dando vida a esta mujer tan aguerrida? Héctor Suárez: Para empezar es una comedia, por las circunstan­cias como se lleva, lo considerar­ía como un astracán, por los equívocos que hay, pero le ha ido muy bien a La

señora Presidenta. El precio que ha tenido sí es grande, porque no es fácil. Creo que tenía que tener 60 años de actor para representa­r este papel. Ser un hombre y una mujer, y luego la mujer que quiere imitar al hermano, se viste del hermano; y viceversa. Es complicado, pero la respuesta del público, te da ánimo. ¿Qué le dice la gente, a quién apoya a Martín o a Martina? H. S. No, pues, yo creo que se casa con Martina, Martina se gana a la gente, el hermano es un macho; así como el mundo está lleno de machos, la obra también tiene dos o tres machitos con los que La señora Presidenta tiene que lidiar. ¿Cree que de verdad hay equidad de género? H.S. Se ha visto como una obligación, se ha hecho obligadame­nte, y lo bueno sería que se reconocier­a que la mujer es superior a nosotros, aunque eso no le va a gustar a muchos machos.

M. Pero nosotras somos superiores a los hombres.

H. S. La mujer, es lo más hermoso que ha dado la vida y el universo, la mujer es maravillos­a, es más aguantador­a, más capaz, más inteligent­e, a una mujer le das tantito cariño y te da amor; le das semen y te da un hijo. Con eso no puedes competir con una mujer, ella da vida. Pienso que si las mujeres manejaran este planeta lo salvarían, porque ha sido manejado por hombres y vean como lo tenemos. Para mí la mujer sería una esperanza en ese tema. Y ahora que entró Andrés Manuel López Obrador y que tiene a todas esas mujeres trabajando con él, me parece un acierto, tengo mucha fe en que estas mujeres van a hacer un papel digno. Yo lo primero que haría al hablar con AMLO, es decirle denme un trabajo, una misión para ir ayudar a nuestros hermanos indígenas, lo haría corriendo y con todo mi amor. Es algo que me puede mucho, desde

El mil usos (su filme), con Transito López, que es un personaje que me puede mucho porque siguen existiendo marginados, explotados, encarcelad­os, tenemos muy abandonado­s a nuestros hermanos indígenas. Ha dicho que la etapa profesiona­l que vive es la ideal para dar vida a Martina… es la experienci­a, ¿no? H.S. Sí, los años, son 60 años de actor y 80 de vida, los 80 los cumplo en octubre. Y Aquí estamos seguimos trabajando con la misma energía, con la misma velocidad. ¿En qué momento supo que quería ser actor? H. S. Nunca lo supe. Fue accidental. Yo estudiaba arquitectu­ra, pasaba al primer año de superior en el Poli, y siempre viví en un cuartito con mi abuelita y mi hermano, éramos gente humilde; y un día mi hermano se ligó a una chica española. Se enfermó mi hermano, esta chica le llevó uvas y manzanas. Él estaba dormido, y le dije: ‘No lo despiertes, déjalo que duerma ’. Yo estaba haciendo mi trabajo de arquitectu­ra, una tarea. Y la vi viendo un papel y moviendo los labios y cerrando los ojos. Y le dije: ‘¿Qué haces?’. Y me dijo: ‘Estoy estudiando un papel porque voy a ser actriz, en dos semanas tengo esta obra’. Y me dijo que la ayudara con sus parlamento­s.

Y cuando acabamos me dijo: ‘ Oye por qué no te metes de actor?’ y le respondí: ‘¿Estás loca?’. Ahora, yo hacía cosas como actor, bromas, imitacione­s, pero nunca pensé en ser actor. Entonces, esta mujer me estuvo fastidiand­o para que fuera a tomar las clases de Carlos Ancira. Y fui. Y al llegar ahí, pasó algo muy importante, que me cambió la vida. No sé qué me hizo levantar la mano y decir: ‘¿Puedo pasar al centro?’.

“Y Ancira se me quedó viendo; y dijo: ‘A ver señores, aquí el señor viene llegando y ya quiere pasar al centro, ¿lo dejamos pasar?’. Y claro, todos para burlarse de mí, dijeron: ‘Sí’. Entonces, me pasó a escena y me puso de los ejercicios que les había puesto a los otros compañeros, y me acabaron aplaudiend­o. Bajé como si tuviera fiebre, bañado en sudor y temblando, algo me pasó. El maestro Ancira me tomó por los hombros y me dijo: ‘¿Quién es usted?’ Le dije: ‘ Yo soy Héctor Suárez’. Y me preguntó ‘¿Y usted qué hace?’ Pues estudio arquitectu­ra, le respondí. Y Me dijo: ‘¿No quiere tomarse un café?’. Le respondí: ‘Sí’. Y ahí empezó mi carrera. Al día siguiente dejé la arquitectu­ra y me dediqué a esta amada profesión que tanto amo. ¿Qué ha hecho para permanecer vigente en seis décadas, en las que supongo ha habido de todo… H. S. De todo, éxitos, fracasos, alegrías, caídas, levantadas, esa es la vida, es el proceso de la vida, al que tienes que adaptarte y tienes que superar; depende qué cara le pongas a los problemas, qué actitud le pones a las situacione­s difíciles, ese es el chiste de la vida. Nosotros vamos a lograr lo que visualizam­os, no lo que deseamos; yo aprendí a visualizar las cosas, a materializ­arlas.

“Desde que era un niño de 12 años empecé a materializ­ar cosas y llevé una relación con Dios bonita. Recuerdo que iba caminando a la escuela, al Centro Escolar Revolución, desde la colonia Obrera, me iba caminando y pasaba por una iglesia que se llamaba Campo Florido; y ahí hablaba con el maestro Jesús, que me decían que era Diosito; y me laceraba mucho verlo sangrando; entonces platicaba mucho con él. Nadie me inculcó la religión, ni católica, ni ninguna.

“Con los años, he estudiado y he buscado, y sé quién es el maestro Jesús, quién es la madre Virgen de Guadalupe; sé quién es todo, Buda, el universo. En mi casa tengo un centro de meditación, pero también tengo una capilla, y ahí tengo al maestro Jesús y a la Virgen de Guadalupe… Medito todos los días y es donde agarro fuerzas para que a esta edad que tengo pueda hacer lo que estoy haciendo. A mis casi 80 años. ¿Hay algo que le falte? H. S. Nada. Tengo una mujer maravillos­a, tuve una maravillos­a esposa, Pepita Gomiz. Que Dios me la bendiga, mi primera compañera, madre de mis dos hijos, todavía la quiero, la veo. Mi mujer lo sabe, que me veo con ella. Es mi hermana, mi amiga, pero ahora tengo como compañera a Sara, que Dios me la bendiga, es una mujer fuera de serie, tengo dos hijos; bueno, cuatro, pero digo dos que son pequeños, porque tengo una de seis y uno de 20; y un niño de 48 y una niña de 46, que son mis prioridade­s y mis amores; mis hijos; así que no me falta nada.

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Asegura que el personaje de Martina llegó en el momento ideal para representa­rlo.

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