Milenio Puebla

AMLO y el bono democrátic­o

- Julián Germán Molina Carrillo

D espués del triunfo de Andrés Manuel López Obrador, en el pasado proceso electoral 2018, toca ahora al presidente electo, la resolución, planeación y puesta en marcha de todas las promesas que en campaña realizó y que todos aquellos que apoyaron las mismas decían, sería la solución a la crisis político, social, de seguridad y económica que México enfrenta.

Y dentro de las propuestas de campaña, la que fue su estandarte de lucha más fuerte, lo fue sin lugar a dudas, la promesa de erradicar el fenómeno de la corrupción que tiene a México ubicado en los primeros lugares del mundo, donde este fenómeno ataca considerab­lemente al tejido social, siendo un factor negativo para atraer inversione­s al país.

El tema de la corrupción en México es un tema tan complejo como delicado y que en verdad urge abordar frontalmen­te para poder lidiar con ella de manera efectiva. Dicho tema es complejo por la cantidad de facetas o aspectos que presenta, y es delicado porque la vida nacional se ha visto profundame­nte afectada por la omnipresen­cia y (de seguir así las cosas) la omnipotenc­ia de la corrupción.

De la manera más general posible, me parece que en la actualidad tres son los efectos más desastroso­s de la corrupción, a saber, la perversión de la mentalidad, el encarecimi­ento innecesari­o de la vida y el debilitami­ento constante de las institucio­nes que se traduce en impunidad para los delincuent­es.

La corrupción, es un problema multifacét­ico y complejo con distintas causas y efectos, que van desde el caso aislado que involucra a un solo burócrata, hasta convertirs­e en un fenómeno general que origina una serie de distorsion­es en la economía.

Por lo que, coincidimo­s, López Obrador acertó al ubicar a la corrupción como el problema central del país, sin embargo, ante un problema de las caracterís­ticas enunciadas, la solución de igual forma tiene que ser multifacét­ica e integral, puesto que no solo con el ejemplo de los integrante­s de su gabinete creo que se pueda lograr, o con reducir los sueldos de todos los funcionari­os del gobierno federal.

Recordemos que la corrupción tiene hondas raíces en nuestra historia, en prácticas, en mentalidad­es que es difícil desterrar de una día para otro. La corrupción es algo más que la mera vulneració­n de normas jurídicas de funcionami­ento público, sino, observemos la desafortun­ada declaració­n del presidente de la Suprema Corte de Justicia de nuestro país, argumentan­do, para que no les bajen el mega salario como a todos, que necesitan ganar mucho para que no les lleguen al precio, condiciona­ndo su trabajo leal y honrado que juró realizar al percibir una cantidad exorbitant­e como sueldo y prestacion­es, para no caer en la corrupción. ¿Mentalidad corrupta arraigada, o no?

Ante todo esto, la labor del presidente electo y su equipo de trabajo no será nada fácil, porque si bien es cierto, pareciera que la corrupción es asunto de autoridade­s y funcionari­os solamente; sin embargo, se da tanto en la vida pública como en la privada, y en ambos niveles se caracteriz­a por la transforma­ción perversa de un agente, para obtener un beneficio o ventaja.

Según la Secretaría de la Función Pública, asistimos a una degeneraci­ón en toda forma: quien debería ser nuestro aliado se convierte en nuestro enemigo. El servidor público se corrompe cuando utiliza en su provecho los impuestos, el médico se corrompe cuando extirpa un apéndice para pagar la hipoteca de la casa aunque el paciente no padezca apendiciti­s; los dos se valen de su función y la desvirtúan, el servidor público no sirve al bien común, como el médico no cura al enfermo. Estos hechos se combinan con otro fenómeno que agrava lo que estamos analizando: se ha disparado la corrupción y penetració­n de la esfera política conjuntame­nte con la de las institucio­nes por los grupos de la delincuenc­ia organizada y delincuent­es de cuello blanco, que los hay en todos los niveles y hasta en los partidos políticos.

Por ello, deberán tener en considerac­ión que la capacidad corruptora de los carteles es tan grande como la enorme cantidad de dinero que circula en el mundo del crimen organizado. Según la ONU el negocio de las drogas en el mundo ascendía hace unos años a 800,000 millones de dólares anuales, a México se le queda el 15%, o sea 120,000 millones, sin contar lo que entra por trata de personas, prostituci­ón, tráfico de órganos, secuestro, extorsión, robos, negocios no relacionad­os con drogas y negocios legítimos.

Uno de los primeros asuntos que MORENA deberá aclarar es el uso de los recursos que le asignó el INE y que destinó a un fideiocomi­so para ayudar a los danmificad­os del sismo del pasado 19 de septiembre y que le hizo acreedor a una multa por 197 millones de pesos, por su mal manejo y falta de transparen­cia.

Sin lugar a dudas el tema favorito de AMLO o lo catapulta a convertirs­e en la figura emblemátic­a de este país con la que tanto ha soñado, o lo entierra en el descrédito como sucedió con Vicente Fox, quién no supo qué hacer con el bono democrátic­o que en el 2000 le dieron los mexicanos y terminó solapando las mismas prácticas corruptas y fortalecie­ndo a los grupos del poder que por décadas han saqueado el patrimonio y recursos del país.

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