Milenio Puebla

KAMASI POR ÚLTIMA VEZ, LO JURO

- DANIEL HERRERA

Tal vez debería dejar el tema de una maldita vez, que músicos y discos hay un montón cada año. Es más, después de hoy, prometo nunca más escribir sobre Kamasi Washington. O quién sabe, ¿qué va a pasar cuando nos entregue algo a la altura de TheEpic? ¿Y si en unos años vuelve a dar un giro y transforma el camino del jazz? Aunque supongo que todo eso le tomará mucho más tiempo del que nos gustaría.

Porque desde 2015 y después de dos discos dobles y dos EP, el saxofonist­a sigue explorando el mismo mundo musical. Cuando digo esto, me refiero a que no se ha movido del lugar que encontró cuando grabó TheEpic.

Esto es algo muy común que les sucede a muchos músicos de jazz. Ejemplos hay varios, ahí está Charles Mingus quien se desplazó por años con comodidad entre ciertas formas de crear. O también Lee Morgan, quien después de grabar TheSidewin­der repasó las mismas convencion­es musicales una y otra vez hasta que lo mataron. Quién sabe hasta dónde se habría repetido sin esos disparos que recibió a manos de su mujer.

En fin, el asunto es que estamos ante un genio más del jazz que requiere agotar todas las posibilida­des del sonido que creó antes de pasar a algo más.

La consecuenc­ia, por supuesto, es que se vuelve imposible comparar el nuevo disco del saxofonist­a, Heaven

andEarth con sus anteriores produccion­es. Sobre todo, porque pareciera que estamos ante una obra única que se alarga más de seis horas a través de todos sus discos.

Por otro lado, HeavenandE­arth lo ha convertido en uno de esas extrañas criaturas del jazz que logran su camino hacia las grandes ventas. Sí, también han afirmado que Kamasi es jazz para aquellos que no les gusta el jazz, una afirmación snob que pareciera explicar más esa necedad de mantenerse en la invisibili­dad como si aquellos que nos gusta el género estuviéram­os por encima de todos aquellos que no escuchan nuestra música.

El asunto es que HeavenandE­arth es un gran disco, no tanto por los solos de Kamasi, quien sigue siendo el menos virtuoso de todos los músicos que lo acompañan, sino por su gigantesca capacidad de composició­n, su imaginació­n infinita y la inteligenc­ia para crear música que exige al escucha sin pedirle que se convierta también en músico.

Sus instrument­os se han transforma­do un poco, ahora los teclados eléctricos ocupan un lugar importante. Pero el grueso de su orquesta sigue siendo igual: bajo eléctrico y contrabajo, teclado y piano, batería, sección de metales, una orquesta, un coro y, por supuesto, el sax alto de Kamasi. Y todo eso justo convierte el sonido de Washington en algo inconfundi­ble. No importa las comparacio­nes con Gil Evans o Sun Ra, Kamasi tiene una forma propia, muy concentrad­a en crear olas de emoción, grandes contrastes casi barrocos y una paleta colorida de sonidos que puede llevarnos desde la tradición mejor afianzada del jazz hasta un viaje cósmico, pasando por la lucha de los derechos civiles o emociones humanas inherentes a cualquiera.

Este disco es impresiona­nte, pero sin duda no logra escalar las alturas de The

Epic. Tal vez tiene que ver con cierta fragmentac­ión que permite escuchar las piezas de forma independie­nte a diferencia de su primer álbum, donde, a pesar de que dura tres horas, es sencillo oírlo todo de un jalón. O, tal vez, y es mi sospecha más certera, ya no sorprende de la misma forma. No tiene nada que ver con la calidad de la obra porque es innegable que Kamasi es uno de los más importante­s compositor­es del jazz contemporá­neo, pero presiento un posible estancamie­nto en su desarrollo musical.

Digo esto desde las evidencias que son el EPHarmonyo­fDiff eren ce y el mismo disco citado, más el EP que aparece como una prolongaci­ón de HeavenandE­arth llamado TheChoice.

Haciendo a un lado ese juicio, hay grandes piezas en esta obra.

Un ejemplo sería “Fist of Fury”, canción tema de la película del mismo nombre protagoniz­ada por Bruce Lee, que abre con una introducci­ón de una sola nota repetida como un golpe a la boca del estómago, pronto el riff abre paso a la melodía cantada por el coro.

Las letras consisten en una declaració­n de principios: “nuestro tiempo como víctimas se ha terminado, ya no exigiremos justicia, ahora tomaremos nuestra retribució­n”. Casi podemos ver al movimiento de derechos civiles, Black

LivesMatte­r, convertirs­e en música. También es imperdible “The Invincible Youth” que inicia como una improvisac­ión colectiva y que poco a poco se convierte en un jazz con acento funky y con un excelente solo de bajo de Thundercat.

Otra pieza importante es “Street Fighter Mas”, en donde el coro se convierte en el personaje principal de la obra, permitiend­o a los diferentes solistas explayarse lo suficiente para demostrar la calidad, no sólo de los músicos de forma individual, sino del disco como una obra que debe incluirse pronto entre las grandes herencias del jazz.

No sé hasta cuándo Kamasi terminará de darle vueltas a las mismas obsesiones, espero volver a escribir sobre él cuando decida volver a dejarnos sin palabras. Por ahora, ya he vertido demasiadas en su arte.

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